domingo, 24 de julio de 2016

Varykino



Varykino


Hace unos años oí hablar de un concepto, nuevo para mí, que entonces me sorprendió: La arqueología industrial. Ahora empieza a ser algo relativamente habitual. La arqueología industrial vendría a ser la recuperación de instalaciones industriales obsoletas y en desuso con fines culturales, turísticos o científicos. Por poner algunos ejemplos: Minas que se vuelven visitables para el público y se convierten en itinerarios temáticos turísticos; Naves industriales abandonadas que se reciclan para ser sede de eventos culturales (El Matadero de Madrid); Lineas de ferrocarril desmanteladas que se convierten en circuitos para cicloturismo y trekking (vías verdes). Las posibilidades son muy diversas y algunas muy sorprendentes. El solape con la arqueología de toda la vida es relativamente frecuente y no sé si problemático también. Por ejemplo, investigar y tratar de recuperar los vestigios de una antigua pesquería romana en la costa, pongo por caso la de Andalucía, podría considerarse arqueología industrial pero, por el valor intrínseco de los materiales investigados, es una tarea que se deja en manos de la arqueología a secas, sin apellidos.
El caso es que el ABC de ayer incluía un reportaje que literalmente me dejó la cabeza loca. Acababa de descubrir la existencia de un nuevo tipo de arquelogía: la arqueología cinematográfica. Resumo: Un director de cine había descubierto la existencia de una asociación cultural burgalesa empeñada en recuperar el cementerio que sirve de escenario para la última secuencia de la película de Sergio Leone "El bueno, el feo y el malo". La película se rodó en Almería y Madrid, como casi todos los spaguetti western. Esos paisajes llenos de berruecos y salpicados de matas de coscoja y jara pringosa que aparecen en muchas películas del oeste de serie B de los años 60s y 70s se corresponden con los primeros escalones de la vertiente sur de la Sierra de Guadarra. Lo sé bien porque buena parte de mi infancia, más o menos por aquellos mismos años, la invertí (la invirtieron por mí mis padres) en pasear por el entorno de localidades serranas como Galapagar, Villalba o Torrelodones, donde hasta tuve una vez casa. Entonces la sierra no tenía nada que ver con lo que es ahora. Eran pueblos con marcado sabor rural y aun no habían empezado a proliferar las urbanizaciones y los centros comerciales. El cementerio que se construyó para la película era completamente de atrezzo, aunque en extremo original y visualmente espectacular. Pues bien, una asociación burgalesa trata de recuperarlo tal como fue durante los escasos días que sirvió para rodar las escenas en que se enfrentan en duelo a muerte Clint Eastwood, Lee van Cleef y Eli Wallach. No es arqueología propiamente dicha puesto que no se trata de recuperar los vestigios de algo que existió sino de crear una réplica en el mismo lugar, pero es al menos un concepto muy emparentado.

Merece la pena leer el artículo. Es realmente sorprendente. También muy sugerente. Leyendolo recordé la vez en que en un viaje con la gente del último curso de mi carrera nos enseñaron el lugar donde David Lean rodó la escena del apeadero de trenes de "Doctor Zhivago". Pongo en antecedentes narrativos: Omar Shariff (Zhivago), huye de Moscú (que en la película se recreaba en Madrid), de los bolcheviques, con su familia: su mujer (Geraldine Chaplin), su suegro y sus dos hijos. Viajan en el interior de un vagón de tren habilitado para el traslado de ganado, atestado de gente, sin siquiera vívires. El aseo es un cuboq ue han de utilizar por turnos y sin intimidad. El agua para beber la obtienen de los chapiteles de hielo que se forman en el techo del tren. Tras atravesar cientos y cientos de kilómetros de paisajes desolados, deserticos de humanidad, pueblos fantasmas recién saqueados por las tropas bolcheviques o del ejército blanco, que aun arden cuando el tren los atraviesa, acceden a un bosque ya en los Urales. En medio de los pinares el tren se detiene. Nadie sabe por qué. Zhivago se apea del vagón y sale a investigar. Mintras camina se oyen los acordes de la canción de Lara, una melodía recurrente en la banda sonora que le valió una Oscar a Maurice Jarre. Hay otra vía cerca de la que recorre su tren y en ella hay otro convoy, de aspecto amenazador, con una enormes hoz y martillo pintados con rojo sangre en el "fuselaje" de la locomotora, construida con el mismo acero negro con el que se construyó el esqueleto de la noche más sombría. Es el tren de Strelnikov, un sanguinario general del Ejército Rojo. El pueblo que han visto arder unos días antes ha sido atacado por sus tropas. En esa escena, una mujer procedente de una pajar aun en llamas corre hacia el tren, que ha aminorado la marcha, para tratar de alcanzarlo. Lleva algo en los brazos, un paquete con viveres quizá. A pesar de que la velocidad no es excesiva no logra acceder al tren. A pesar de Zhivago y su suegro tratan de auparla la mujer empieza a quedar rezagada. Cuando ve que no hay opción de subir al convoy lanza el paquete que lleva en los brazos con una expresión de suplica en los ojos. Cuando el pasaje se recupera del mal trago de no haber podido salvar a aquella mujer de uan muerte segura se acercan al paquete. Es un bebe muerto.

Yo estuve una vez en ese mismo lugar donde Zhivago y Strelnikov se encuentran y sostienen una extraña conversación. Si la memoria no me falla, todo es posible, han pasado casi treinta años, fue en algún lugar de Covaleda, en Soria, donde crecen los mejores pinares de pino silvestre España, los mejor ordenados. Son pinares además que nunca se incendian, porque el rédito del monte va íntegro a la gente de la zona. Si alguien se le ocurriera prenderles fuego no es muy probable que pudiera vivir para alardear de su hazaña, porque en los pueblos todo se sabe, incluido quienes son los pirómanos y por qué lo hacen. Nuestro guía, el ingeniero a carga de aquel monte, nos mostró un claro entre los árboles y nos explicó que allí habían construido los ténicos den Devid Lean el apeadero ferroviario, con sus tramos de vías y todo, hábiles incluso para poder ser recorridos por una locomotora. Hubo cierta emoción en la fracción cinéfila del grupo, entre al que yo mismo me incluía.
Pero hay lugares aun más míticos en esa película. Varykino, por ejemplo. Zhivago al huir de Moscú decide refugiarse en Varykino, una residencia en el campo que era de su familia y en cuya casita para invitados se enconden durante años. Varykino es un lugar de resonancias mágicas para mí. Crecí bajo el influjo de esas cuatro sílabas. Hasta las utilicé para darle nombre a mi blog. ¿Y si ese lugar aun existiera o pudiera reconstruirse? Veo el fotograma del film en que aparece Varykino y el paisaje que lo circunda me recuerda el de las riberas de Castilla y León, los prados teselados por rodales de chopos que se alimentan del agua de los ríos próximos. Bien podría ser también Soria lo que ven mis ojos. Arqueología cinematográfica. ¡Me parece una gran idea!

Dice el dicho "Cherchez la femme". Si el hombre se comporta de forma extraña y quieres averiguar por qué, sigue a la chica. Strelnikov se ha detenido en el apeadero del bosque porque quiere entrevistarse con Zhivago. Hay un nexo entre ambos: una mujer. a la que ambos aman, si es que se puede consiederar que el verbo amar no tiene tiempo de conjugación. Una mujer de la que Strelnikov huyo en el pasado para poder llegar a ser el monstruo que es. Una mujer a la que Zhivago encontrara y amara en Varykino. Lugares del universo mágico del cine que se materializan y toman cuerpo. Ya dije que me pareec un asunto sumamente sugerente.


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