jueves, 3 de diciembre de 2015

Album de fotos (20)



2 de diciembre de 2015

El misma ruta de ayer, aunque para compensar me propongo llegar un poco más lejos esta vez, hasta el museo de arte moderno al aire libre que hay debajo del paso elevado sobre La Castellana de Eduardo Dato, un viejo conocido ya que arranca en la Glorieta de Rubén Darío, uno de mis rincones preferidos de Madrid, uno de los más hermosos Chamberí y que ya he reflejado en varias hojas del album. He cruzado el puente unas cuatro veces desde que empecé los paseos. Voy a paso vivo desde que salgo por el portal. Me he acostumbrado a  este ritmo. Ya no me chirrían las rodillas como en los primeros días. Hoy no hay cirros en el cielo y ciertamente se echan en falta. Quizá el tiempo esté empezando a cambiar porque las nubes altas son un síntoma de estabilidad climática y su ausencia denota quizá movimiento en altura. Sin embargo hace menos frío que ayer y casi sobra el abrigo. No tengo ni un solo eco en mi pensamiento de las preocupaciones que bullen un poco más abajo. Mi subsconsciente debe ser ahora mismo como la marmita en la que se cayó Obélix de niño a pesar de las advertencias de Panoramix. Estoy pendiente de que me informen desde la clínica de salud mental que piensan hacer conmigo. Quizá les debería mandar a hacer gárgaras yo primero, si el plan es hacer un enjuague bucal, pero le prometí a mi hermana seguir un tratamiento y mientrs no me despachen afrontaré lo que venga. En el cruce de Joaquín Costa con La Castellana me detego un rato para fotografiar el edificio de la Mutua Madrileña. Me resulta curioso por su forma. La torre achaparrada y de planta cuadrangular de la izquierda me recuerda a un cabo de lápiz de madera con mina de carbón, de esos que se usábamos para dibujar en clase de manualidades. Tiene la punta afilada en forma de pirámide. Quizás la parte derecha de la construcción pretenda ser un sacapuntas, me malicio, aunque reconozco que el edificio me gusta. Es como si una mano gigante se hubiera cansado de hacer garabatos y hubiera depositado lo que le restaba de lápiz en el techo del edificio. Las tres fotografías de hoy para el album están más que pensadas así que sé que  es esforzarse en balde, pero así ensayo encuadres y posiciones para otro día. En San Juan de la Cruz despacho a un viejo conocido: La escultura de la mano de Fernando Botero, esa que emerge de la hierba estirando los dedos al lado de la fuente central, como un caminante de "The Walking Dead" saliendo de la tumba. Botero es un perfecto madrileño. Para empezar es colombiano, lo cual ya de por sí es una buena credencial. Además, fue copista en el Museo del Prado, una de las profesiones más nobles que existen, y  confiesa que aquella tarea supuso su aprendizaje como pintor. Por último, es un asiduo a la Feria de San Isidro cuando llega mayo con las flores. No sé si le gustará también el fútbol, supongo que sí, y si será aficionado al Real Madrid. En ese caso cumpliría la santísima trinidad madrileña en cuanto a gustos, como le pasaba a mi padre, a pesar de ser extremeño de pura cepa. Tan extremeño era que en realidad era medio portugués. Tomo dos fotos de la escultura, con la mano en la esquina en ambos encuadres, en una a la derecha y en la otra a la izquierda, para poder captar lo que hay detrás: Las Torres Kio, los rascacielos de la antigua ciudad deportiva del Real Madrid, la Torre Picasso, el Edificio Windsor y el edificio del BBVA del complejo AZCA. Es el Sky Line de Madrid.

Pero el plato fuerte está un poco más adelante, junto a la Plaza de don Gregorio Marañón, en el número 25 de la calle Miguel Ángel, al lado del hotel cuya foto incluí ayer en el album. Se trata del Palacio Borghetto, al que ya le había echado el ojo en anteriores paseos y del que me he documentado un poquito para poder identificarlo y saborearlo mejor. Hace unas semanas al pasar ante la puerta principal del edificio estaban descargando de una enorme camioneta micrófonos, entarimados, sillas, luces y otros elementos como si fueran a organizar un concierto o una rueda de prensa. Lo segundo es lo que pensé cuando vi el letrero en la fachada: Delegación del Gobierno en Madrid. Me cambié de acera para poder ver el palacio en conjunto y me pareció hermoso. Curiosamente su mejor fachada no es la principal, la que da a la calle Miguel Ángel, sino la lateral, la que se asoma a García de Paredes. Se trata de la residencia del primer Marqués de Borghetto, título nobiliario que fue otorgado a Felipe Morenés y García-Alesson  por el rey Alfonso XIII. Fue construido por el arquitecto Ignacio Aldama Elorz entre 1913 y 1919, esto es, durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial. Durante la Guerra Civil el palacio quedó abandonado, hasta que se hizo cargo de él la embajada de Japón, siendo la sede diplomática en Madrid de este país hasta 1953,e ste es, hasta el fin de la Guerra de Corea, para seguir con el uso de mojone temporales bélicos. Como ya he dicho, el punto fuerte del palacio es su fachada lateral, con la balaustrada adornada con dobles columnas clásicas a los lados en la segunda planta que se adelanta a la fachada, y que se corresponde con el balcón del salón de baile. Según me documento, destaca en el palacio, actual sede de la Delegación del Gobierno, su colección de relojes franceses e ingleses, así como la sala adornada con tapices con motivos goyescos de la Real Fábrica, que suele utilizarse para organizar los gabinetes de crisis. Su techumbre de pizarra delata los gustos de la época, que trataban de imitar los modos parisinos. Hay muchos ejemplos en Madrid, sobre todo en Chamberí y el Barrio de Salamanca. El edificio, que es del tipo de lo que antaño se conocía como hotel, una especie de chalet urbano, para entendernos, pero a lo bruto en cuanto a dimensiones, fue adquirido para ser la sede de la Diputación Provincial de Madrid en 1953, por un montante total de 15,2 millones de pesetas, pagaderos al Reino de Japón o a quien fuera su arrendatario.


Al llegar a la Glorieta de Emilio Castelar me dirijo directamente para no perder tiempo a la isleta desde la que tengo planeado fotografiar el monumento. Dos policías motorizados estacionan sus motos justo en ese momento delante mía mientras estoy encuadrando la imagen, como si no se notara que estoy en plena faena turística, como si yo no existiera, así que me desplazo a la siguiente isleta, algo más hacia el sur.  El monumento me queda entre dos luces, un tanto borroso, pero lo que me interesa que se distinga en la foto son esos dos señores vestidos con togas esculpidos por Benlliure en mármol blanco que suben las escalinatas hacia donde está Emilio Castelar, como si pensaran relevarle en la palabra cuando éste acabe su intervención. El nombre de Castelar siempre ha sido sinónimo de persona con grandes capacidades de oratoria. Eres un Castelar, decían cuando yo era niño, y si lo hecían con un deje burlón es que tee estaban llamando cotorro. Por cierto, ese era mi apodo en mi casa cuando era un párvulo. También los dos personajes del monumento son sinónimo de una gran capacidad oratoria. Se trata de Demóstenes y Cicerón. Lo sé porque lo he leído por ahí, no por otra cosa. Porque dudo que tengan elementos iconográficos que los identifiquen, y si los tienen no se distinguen desde donde se puede contemplar el monumento sin que te atropellen. Demóstenes fue el último gran orador de la Atenas clásica, a pesar de que era tartamudo. Siendo jovén aprendió a hablar con la boca lloena de piedras para lograr domar ese defecto. Fue el autor de la celebérrimas Filípicas, una serie de discurso de carácter indendiario con los que pretendía atacar y mancillar el buen nombre de Filipo de Macedonia, en los tiempos en que el rey del norte de la Hélade amenazaba con conquistar toda Grecia. La afrenta se la haría pagar su hijo, Alejandro Magno. Cicerón puede considerarse el equivalente latino de Demóstenes en capaciddes y en destino trágico. Si éste último fue el defensor de la república ateniense ante los afanes imperialistas de los pastores macedonios norte, Cicerón fue el defensor de la República Romana en un tiempo en que ya nadie creía en este tipo de régimen político y la ciudad era ya de facto un inmenso imperio que pedía a gritos ser centraliado. Cicerón fue eliminado también por uno de los nuevos reyes, en concreto por Marco Antonio, si no recuerdo mal. Pensando en estas cosas, en como explicarlas aquí, en el album, vacío mi cabeza de cuitas y preocupaciones. Mañana atacaré la fachada del grupo escultórico que da levante. Veremos si habrá un cuarto capítulo para su flanco norte.


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