viernes, 5 de diciembre de 2014

El Fútbol y sus aledaños (169) - Paisaje después de la batalla (6) - Un, dos, tres... Splash

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Un, dos, tres... Splash

Pero, ¿que era eso de mí que salpicaba tanto, según denunciaba @DiosaMaracaná?¿En qué consistía  mi actitud independiente? Vamos a hablar de eso en esta entrega del serial. Veremos como en realidad no había para tanto. Ya quisiera yo ser el Lord Jim de Conrad, haberme inmolado en aras de la descencia tras la vergüenza de haber sido parte de la tripulación el S.S. Patna. O ser un aguerrido guerrillero de lo virtual. Lo que en tiempos se llamó yihadista, luego "undergrún", que sonaba más fino y políglota, y ahora finalmente un decerebrado de Twitter. Término de rabiosísima actualidad, de ayer mismo en Radio Marca. ¿Que me convertía en la sirenita de "Un, dos, tres... Splash" a punto de agitar la cola en la pleamar y salpicarlo todo de espuma blanca. Ay, mi curriculum como disidente de los soviets madridistas-tuiteros es tan pobre, tan poco gallardo, que casi me da vergüenza exponerlo. Pero es necesario para que se entienda el aire totalitario que siempre ha exhibido Primavera Blanca. Quizá fui el primero en advertirlo, o el segundo, que no suelo ser el primero nunca en nada, pero ahora va siendo cada vez más evidente para todos.

Mi primera discrepancia con Primavera Blanca se refiere a la famosa cena de La Latina. Ya lo he relatado. Ni siquiera se puede entender como resistencia ya que Manuel Matamoros parecía apoyar las tesis del bando en la polémica al que yo me apuntaba. Aun creía entonces en la honestidad de este sujeto. No, mi primer desacuerdo como tal, si es que se puede denominar así, se refiere a un debate que yo consideraba banal. Si lo hubiera considerado de otra forma a lo mejor no me habría atrevido a manifestar mi opinión. Me queda esa duda. No soy ningún kamikaze, aunque a veces lo parezca. Tenía muy claro quien mandaba en Twitter, quien podía hacerme pupita sin ni siquiera despeinarse, lanzando en mi contra únicamente a los subalternos de los meritorios de los adláteres de los que consiguieron por la patilla localidad para ver en directo la final de Lisboa -los demás en la puta calle-. El debate, que nos podríamos haber ahorrado, a mi modesto entender, se referiría a la denominación que debíamos aplicar a toda esa actividad madridista, muy crítica sobre todo con la opinión predominante en los medios de comunicación, y que se desarrollaba en Internet. Web, blogs, cuentas de Twitter, etcétera. Ay, entonces los descerebrados éramos el orgullo de Primavera Blanca, quizá porque pateábamos las espinillas de aquellos a quines ellos habían elegido como enemigos para hacerse un nombre en las redes sociales. Como cambian las cosas. Para esta gente, la opinión es un planeta que gira sobre si mismo 360 grados cada 24 horas, buscando la luz del sol con la que poder calentar su sed de prebendas. Es tan frío el mundo si no te subvencionan...

Mi opinión acerca del asunto la expuse en Twitter. Creía recordar haberlo hecho en un artículo del blog, pero ni siquiera eso. No encuentro ninguno en el blog que trate de él de forma directa. No me atrevía a tanto por lo visto. Soy incluso menos aguerrido de lo que creía. Pensaba que me iba a poder ahorrar el tener que exponer ahora mi postura al respecto por el fácil y rápido procedimiento de incluir un link, pero no me va a caber otro remedio que explicarme. Me oponía a la imposición de suprimir el término yihad, que los primaveros y sus simpatizantes y asociados, entonces muchos, consideraban ignominioso por equipararnos a los madridistas con terroristas. Digámoslo rápido, a mi el término me hacía gracia, aunque ahora esté tan desprestigiado. Yihad, ahora lo sé tras haber leído al respecto significa exactamente "lucha". Transcribo íntegro un párrafo del libro "Hisbolá les desea feliz cumpleaños", del corresponsal durante varias décadas del New York Times en Oriente Próximo, Neil MacFarquhar (Ediciones Turner, Colección Noema, 2010) que lo ha a exponer mejor que yo:

"La mayoría de los musulmanes sostiene que "yihad" en árabe significa lucha, y que la yihad que exige su religión no es en realidad sino al lucha que se libra a lo largo de toda una vida para convertirse en mejor persona; y para aumentar la presencia del islam en el mundo. Según esta mayoría de musulmanes, el uso de la palabra yihad como sinónimo de "guerra santa" responde al empeño de occidente de dar una imagen exagerada y sensacionalista del islam, de presentarlo como una religión sedienta de sangre. Desde el punto de vista semántico tienen razón: yihad, efectivamente, significa lucha".
Yihad era un término que nos hacía gracia a algunos, y teníamos nuestras razones. Yihad lo interpretábamos como sinónimo de insurgencia. Eso es lo que éramos entonces, gente levantisca que se había alzado en contra de quienes tenían el monopolio de la opinión: La prensa deportiva, que dominaba el terreno y nos obligaba a hostigarla desde la periferia del territorio, casi de la civilización, desde fuera del sistema, como guerrilleros que bajan de las montañas para emboscar al invasor, sus convoyes de suministro. En nuestras tácticas militares seguíamos el ejemplo de la yihad iraquí porque no nos cabía otra. El espacio aéreo era propiedad exclusiva de los medios de comunicación. Luego vendrían las benditas webs madridistas para disputárselo y equiparar un poquito la contienda. Además, solía usarse el término "cruzada" para denominar ese empeño pertinaz de la prensa por demostrar que el Real Madrid era sinónimo de todo lo malo y el Barça de todo lo bueno. En resumen, la denominación yihad cuadraba y nos hacía gracias. Llevarlo más allá del simple chascarrillo, dramatizar con ello, era sacar las cosas de quicio. Además, había varias cosas que me chirriaban en la campaña emprendida por los primeros espadas de Primavera Blanca para eliminar el vocablo en Twitter:

1.- Esta campaña de abolición del término yihad vino acompañada de otra relativa a fomentar la buena educación y el cuidado exquisito de las formas en los debates que se sostuvieran con periodistas. Que se viera que los energúmenos eran ellos y no nosotros. Fenomenal. Noble empeño. Nada que objetar. Pero leerlo en los tuits de gente como @Jarroson, @Haiku, el comité NYN, etcétera, parecía una auténtica tomadura de pelo. Denuncié que se estaba intentando imponer unas normas, un manual de estilo, que quienes lo promovían no estaban dispuestos a acatar. Barra libre para la élite y reglas para los tuiteros de a pie, pr la morralla, esto es, para los que ahora hay que denominar como descerebrados. Efectivamente eso fue lo que pasó, lo que había pasado siempre. Las reglas eran, la debida obediencia era solo para la tropa. Recordemos que por aquel entonces, por ejemplo, se calificaba a @Tonintorero como friki en  el foro de debate de Primavera Blanca, y se decían lindezas parecidas de otras personas. Así, Mario G. (El Socio) calificaba al colectivo de tuiteros como "una mayoría de gañanes y de chavalines voluntariosos". No, no os engañéis, su desprecio por Twitter no es de ahora, en que lo tienen en contra, es de siempre, incluso de cuando lo manejaban a su antojo. Solo hemos sido una herramienta para propiciar su ascenso.

2.- Se renegaba del término yihad y se fomentaba el de "espartano". Por si alguien no lo sabe aun, al margen de lo molona que pueda ser la película "300", la sociedad espartana es una de las más repugnantes de las que en el mundo han sido, cimentada en el imperio del terror sobre los propios y los ajenos. Esparta esclavizó a las gentes de su entorno inmediato, sometiéndolas a terribles castigos colectivos para perpetuar su dominio sobre ellos, y sometió a su propia gente a un régimen tiránico y cruel. El odio que se acumuló durante siglos explica el rápido exterminio de Esparta una vez empezó a declinar como potencia y a flaquear sus ejércitos. Y es que, además, como grupo, los espartanos eran un hatajo de cobardes, que rehuían casi siempre la lucha, que la rehusaban  siempre que no veían con meridiana claridad la victoria. Eso explica que lo habitual fuera que sus contingentes militares volvieran por donde habían venido siempre que se alejaban de sus bases, que abandonaran incluso posiciones muy ventajosas sobre el terreno y se retiraran del campo de batalla sin oponer oposición al enemigo. Porque una batalla no deja de incorporar siempre una componente de azar, más o menos acusada, por muy desequilibradas que sean las fuerzas de los contendientes. Esparta ganó a Atenas porque Alcibiades, un ateniense, se hizo con el mando de sus fuerzas tras traicionar a los suyos. Y no un ateniense cualquiera, uno que había tenido como mentores a Pericles y Sócrates. Fue el quien incorporó a su ejército las tácticas audaces que les llevaron a la victoria. Una Atenas postrada durante décadas, primero ante Esparta, luego ante Tebas y, después, ante Macedonia y Roma, siguió realizando decisivas aportaciones a la civilización occidental. Del legado de Esparta mejor no hablemos. Todo lo más nos queda un puñado de sinónimos en el diccionario para nombrar de forma culta lo zafio, lo tosco y lo inelegante. En resumen: no me toquéis los cataplines con la palabra yihad, sometiéndola a un tercer grado, a una depuración de responsabilidades, si luego me váis a ensalzar los espartano.

3.- Pero el termino alternativo que proponía entonces Primavera Blanca y sus medios satélites -algunas webs teledirigidas- no era el de espartano, de uso más bien coloquial, para utilizar entre colegas, entre vecinos de Noia -los famosos unos de Noi-, sino el de "Madridismo Underground", a todas luces ridículo. Para poder proponer el término Madridismo Subversivo, el que mejor encajaba desde todos los puntos de vista con el concepto, habrían tenido que pagar royalties, conceder el acierto a otros, dejar de apuntarse el tanto en definitiva. Algo que siempre les ha gustado mucho. La gente de la web que había acuñado el término no eran más que a un grupito de descerebrados, de gañanes voluntariosos. Así que se buscaron un vocablo extranjero, como si los madridistas de Twitter fuéramos pasajeros del metro londinense. ¿Por qué no entonces Madridismo Suburbano? No sé, misterios que plantea la gente sin taras intelectuales a los que solo mostramos averías en el intelecto.

4.- El cambio de denominación obligaba a algunas webs y tuiteros a variar sus nombres y nicks para no desairar a Primavera Blanca. Me jodió especialmente que @AlexCibernetica tuviera que cambiarle el nombre a su página para evitar confrontaciones. Lo entendí, buena gana de procurarse conflictos por asunto tan nimio. Pero me fastidio que no veas, por lo que significa de aceptación del liderazgo hegemónico de Primavera Blanca en Internet. la asociación se mostraba apaz de inmiscuirse y forzar los cambios en asuntos tan banales como ese. Ya se nos ha olvidado aquella dictaduar que sufrimos, quizá porque no nos gusta recordarnos sojuzgados unos, aborregados otros, engañados la mayoría.

Rotas ya las hostilidades escribí el primer artículo claramente beligerante: "La mani de la pequeña Sue", aunque oblicuo, esquinado. Se me puede reprochar con justicia que no hago menciones explícitas. Eso suponía tener que aguantar el acoso de una horda de mamelucos. Unos arremetiendo por convicción, otros por seguir a la horda en su carga para ver si pillaban "cacho". El famoso: "dejadme algún romano" de los tebeos de Astérix. Sue era una amiga guatemalteca a la que apreciaba muchísimo. Todo jovialidad, alegría latina, me fascinaba su forma vital de entender al vida. Quise explicarle aquello que veía mal en el proceder de Primavera Blanca y me salió el tiro por la culata. Poco tiempo después acabaría renegando de mí, seguramente harta de verme atacar a quienes ella consideraba gente excelente. Su unfollow resonó como una bofetada en el ánimo.

Hasta ahora apenas nada, muy poca actividad en Sierra maetra, y con muy pobres resultados por lo que hemos podido ver. Luego vendrían otros dos artículos, que me costó Dios y ayuda escribir, y sobre todo editar en el blog: "El Madridismo Wonderground" y "El horizonte de sucesos". Sabía lo que significaba exponerlos a la opinión pública. Entre otra cosas que lo leyeran sobre todo ellos y unos pocos más. La gente era muy impermeable entonces a todo lo que no significara entronizar a Manolo Matamoros. Don Manuel entonces. El Pequeño Manolín de hoy día, el charlie del CNI madridista, el conseguidor por antonomasia en el ámbito madridista, el mediador más cualificado en los conflictos territoriales de las gradas del Bernie. Sobre el segundo artículo diría alguien en la carpeta en que se debatía sobre mí en el foro de debate de Primavera Blanca: "menudo ladrillo inaguantable se ha marcado el amigo. Dudo que alguien en su sano juicio pueda leérselo manteniendo cierto grado de atención". Eché en falta la defensa de @DiosaMaracaná, que siempre se había manifestado como fan incondicional de mis ecritos, pero reconozcamos que el artículo era un poco espeso. Y es que aquello se había convertido en una guerra privada, entre ellos y yo, en la que predominaban los mensajes cifrados y en la que no podía esperar el socorro de nadie. Un socorro que ni siquiera quería porque la victoria era imposible y, por tanto, involucrar a nadie hubiera sido una irresponsabilidad y algo muy egoísta. Hubo también, digámoslo todo, algunos artículos que proponían símiles tan poco explícitos, tan difusos, que era imposible asociarlos a mis dudas acerca de Primavera Blanca. Peor que eso, probablemente solo podían ser entendidos por ellos. Me refiero, por ejemplo, a "El León de Comarre" o "The postman". En este último, que Dios me perdone mi atrevimiento, me comparaba con el personaje de Kevin Costner en la película, con el que me sentía identificado. Como él también me veía obligado a recorrer en solitario, sin más compañía que una mula -para entonces ya no contaba con el apoyo de @DiosaMaracaná-, mi propia terquedad, un páramo desolado por un Armageddon llamado Primavera Blanca, que como el ejército Holmistas exigía periódicamente su tributo a los pequeños núcleos de supervivientes, las webs madridistas. Luego me dio tanto pudor la idea, que mezcla a Mou en la historia. Entonces era mourinhista. Luego son dos cosas por las que me he de hacer perdonar tras haber redactado este escrito. Pero, lo reconozco, me gusta mucho, es uno de mis preferidos.

¿Es el que he detallado es acaso el curriculum de un peligroso activista? Yo creo que no, solo era una ridícula ola rizándose en el horizonte en un mar completamente con calma chicha. Dos artículos respondones sobre asuntos triviales en la primera quincena de abril y un puñadito de tuits de alguien que muy pocos followers. Me quisieron callar pero el silencio me vino impuesto por otra mano. A finales de abril sufrí un ictus.

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