lunes, 12 de mayo de 2014

Agujeros grises

Agujeros grises

Recuerdo aquellos tiempos en que frecuentaba los foros de debate de internet. Bueno, los recuerdo de forma neblinosa, como todo lo que no es real, que has soñado o imaginado. Porque nada de lo que sucede en Matrix es real. Pero, a lo que iba, recuerdo como era rara la semana en que en al calor de las discusiones -de saberse ridículo en su alter-ego detrás de la máscara del avatar, tal vez incomprendido, y hasta detestado, por quienes compartían ese mundo de ficción surgido de los acuerdos tácitos y las imposturas-, alguien no anunciaba su marcha del foro. Algo así como anunciar tu suicidio, como teatralizar tu marcha de este mundo -este en el que ahora escribo- con escenografía de drama humano. Casi siempre era un éxito de crítica y público y, aunque nada se resolvía a la larga -el acto de despedida casi nunca, ya que al cabo de unos días o semanas se convertía en las salutaciones del reencuentro-, al menos servía como catársis para seguir tirando por lo menos una temporada. Quien que no se gusta a sí mismo en la vida real es raro que se guste dentro de Matrix, por muy bien que funcione la impostura. No, no he hecho ningún estudio al respecto, solo aplico lo que yo entiendo por lógica. ¿Quien querría vivir una vida de ficción pudiendo vivir otra plena luz del sol? Siempre es madrugada en Matrix. Por eso las conversaciones con los demás, las que uno cree que más le enriquecen, suelen ocurrir en la franja horaria que la gente normal utiliza para dormir. Sustituir los sueños, incontrolables, caóticos, efímeros, escurridizos, por simulacros moldeados a nuestra imagen y semejanza, con nuestros anhelos y aspiraciones como molde. Esa es la idea.

Cuando ibas falto de ánimos y querías suscitar un chaparrón de afectos, nada había más efectivo y de efecto más inmediato como anunciar tu marcha, incluso si esa marcha quedaba claro que venía causada por algún incidente o discusión en el que estabas en el grupo de los culpables. Desaparecer del ámbito de Matrix al que tienen acceso los demás, de cualquiera de las redes sociales, es un suceso que conmueve a quienes te conocen y tratan. Es como una muerte en diminuto, fabricada a escala para que encaje en la gran maqueta que entre todos construimos en el mundo 2.0. Algunos se convertían en adictos a sus propios funerales. Pero es hasta cierto punto comprensible. Quienes de los que nos detestamos y despreciamos de forma metódica y con pasión no querríamos asistir a nuestras propias exequias y escuchar en boca de los otros que no éramos tan nefandos como creíamos, para los demás y para nosotros mismos. Eso se puede hacer en Matrix, incluso convertirlo en rutina. Para algunos era un acto casi compulsivo en el día a día de los foros al más mínimo disgusto o contratiempo, quien sabe si dentro o fuera de la irrealidad. Imagino que una cosa debería ser reflejo de la otra, pero no tengo claro que así sea. Uno puede ser un pobre diablo -un tarado usando la terminología de los expertos en supervivencia en redes sociales- en la vida que transcurre a plena luz del día y ser todo un personaje que brilla con luz propia aquí donde siempre es de noche.

Llegué a cogerle auténtico odio a aquellas despedidas. "Me voy para no volver. Nunca más volveréis a verme". ¿Quien puede no conmoverse al oír esto en labios de alguien? Yo, por ejemplo. Porque entendía el impulso que subyacía detrás de tan ridícula actitud, el simple deseo de que te retengan entre los vivos, entre los que existen, por la fuerza del cariño. Algo que ocurría casi indefectiblemente, porque quien quiere irse de verdad, quien quiere morirse, como ocurre en la vida real, no se despide. No vaya a ser que le disuadan. Marcharse es a veces tan duro o más que quedarse. Tener la certeza de que es la decisión correcta pero sentir que no tienes voluntad suficiente. Vivir en Matrix es como fluctuar entre la nada y la existencia, como les ocurre a las partículas cuánticas. Ser y no ser son estados que fluctúan, que se alternan, pura indecisión de la materia. Cualquier partícula tiene unas probabilidades de existir en un lugar y en un momento dados, por pequeñas que sean. Todo es posible en el mundo de lo muy pequeño, a escala cuántica, porque la existencia y la no existencia es como una suma cero que nada aporta al conjunto. Lo mismo que en Matrix, donde apenas aportamos, donde nadie depende de nosotros y el mundo seguirá siendo tal cual era un instante antes de que fluctuemos de nuevo hacia la nada. Quizá por eso es mejor no despedirse. Ser como un agujero negro que se deshincha en el universo de la memoria colectiva en un proceso análogo al que Hawking propone que ocurre en el horizonte de sucesos. Una partícula que surge de la nada junto con su contrapartícula de antimateria, justo donde la curvatura del espacio tiempo se vuelve infinita, en la frontera del gran atractor. La partícula real escapa hacia el universo donde a veces brilla la luz del sol y la imaginaria cae hacia el abismo donde siempre impera la noche haciendo que la masa del agujero negro disminuya en un cantidad infinitesimal. Tan poco somos, apenas una cifra discreta entre tantas en el suma y sigue eterno cuyo balance total solo se sabrá en el fin de los tiempos. Y que esperemos que no sea cero.

Adiós.

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