viernes, 5 de abril de 2013

El Fútbol y sus aledaños (126) - Un abrazo entre lanzas


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El abrazo de la muerte
José Luis López
Mundo Deportivo - Barcelona - 31/03/2013

'El abrazo de la muerte' es uno de los grandes títulos de la historia del cine negro. La película, dirigida por Robert Siodmak, uno de los maestros del género, está basada en la novela 'Criss Cross', de Don Tracy, y su argumento cuenta cómo el amor por una mujer, una 'femme fatale' tan bella como peligrosa (papel interpretado por Ivonne de Carlo), puede arrastrar a un mundo sórdido de corrupción a un hombre honrado, en este caso a Burt Lancaster.

Salvando todas las distancias, por supuesto, pero el título de esa película viene a la mente tras ver la fotografía que ayer colgó el Real Madrid en su web oficial, extraída de un vídeo de 41 segundos de duración. Podemos ver en ella a Jose Mourinho, cuan Ivonne, abrazando a su 'Burt' Florentino Pérez.

Una de las mejores secuencias del film es el reencuentro de la pareja en un club nocturno, con su baile, la música cargada de sensualidad, la mirada de él, los movimientos de ella... Ayer, curiosamente, nuestros dos protagonistas, el entrenador y el presidente, también cruzaron sus caminos, lo que no dejó de ser noticia, pues no lo habían hecho durante todo el mes de marzo, al menos físicamente. Además, Florentino acostumbra a viajar el mismo día del partido, pero esta vez hizo una excepción y acompañó al equipo con el objetivo de reunirse con Mou. También lo hizo con Benzema, una apuesta personal y que en estos momentos está dando más que hablar por lo que hace fuera que dentro de los terrenos de juego.

La cita con Mourinho, la importante, se produjo ayer por la mañana, en el hotel de concentración, que no en un antro a medianoche. El presidente quería saber en la propia voz de su entrenador cuáles eran sus planes de futuro. Y es que el portugués, de tanto jugar al despiste, ha acabado despistando hasta a su propio jefe.

Fue, dicen, un encuentro distendido en el que reinó un ambiente cordial. Así al menos lo adelantaron las caras de ambos a la salida de la reunión, en especial la de Mourinho, quien al igual que Ivonne en la película, transmitía poder de atracción y seducción. Quizás para ocultar sus verdaderas intenciones, ya que como la De Carlo, no se arriesgará por 'su' hombre más de lo necesario, aunque seguirá a su lado si su vida y bienestar no corren riesgo.

Por cierto, la película, como nos apunta su título, tiene un final trágico, pues los protagonistas...



Un abrazo entre lanzas

"La rendición de Breda", de Velázquez, popular y erróneamente conocido como el cuadro de "Las Lanzas", llegó a ser la pieza de arte más valorada del Museo del Prado por sus propios administradores. Así puede comprobarse en alguno de sus primeros inventarios realizados, tras instaurarse la galería de pintura a instancias de Bárbara de Braganza, la mujer de Fernando VII. Los afectos y los modos de evaluar las cosas cambian, y hoy nadie duda de que esa teórica posición de privilegio la ocupa "Las Meninas", también del pintor sevillano. "Es la teología de la pintura", exclamó Luca Giordano, Lucas Jordán, el pintor napolitano, discípulo de Jusepe Ribera, cuando le enseñaron las colecciones reales y vio el retrato de familia de Felipe IV, posiblemente en el antiguo Alcázar Real, en el despacho privado del rey. El criterio de Jordán, que había sido llamado por Carlos II a Madrid para tratar de llenar el hueco que había dejado décadas atrás el propio Velázquez, es el que a la postre se ha impuesto, pero en otros tiempos "Las Lanzas" pasaba por ser la joya de la corona. En el siglo XIX la pintura de historia estaba en auge, y la narración de la batalla acaecida en Breda, entre los imperiales y los rebeldes holandeses, estaba considerada la obra canónica del género. Su excelente factura, con numerosos retratos de particulares, y sus grandes dimensiones, le daban un valor añadido que la convertían en obra destacada sobre el resto. Tampoco debe olvidarse que entre la lista de directores de la pinacoteca hubo no pocos pintores de este género, entre los que habría que destacar a Federico Madrazo, auténtico mandarín del siglo XIX español en lo que a la cultura se refiere.

Picas, no lanzas,  son lo que muestra el cuadro de Velázquez. La pica era una de las armas principales de los tercios españoles. De carácter eminentemente defensivo, su principal misión era impedir que el enemigo pudiera entrar en contacto con la primera línea del frente de batalla, en especial la caballería. Las picas ya eran usadas como arma principal por los hoplitas griegos. En las falanges griegas estas armas de asta o de fuste (palo largo de madera, coronado en la punta con una hoja metálica punzante y cortante) eran denominadas sarissas. De hasta 6 metros de longitud y bastante pesadas, hasta 5 kilos, cortaban en seco la arremetida del enemigo, participando de esta contención hasta las primeras cuatro filas de hoplitas gracias a su gran longitud. Si es Filipo II quien primero utiliza la sarissa griega como arma principal en sus cuadros de infantería, serán los tercios españoles los que impongan el modelo definitivo de la pica, heredera de aquella. Aunque en sus primeros años era el arma principal en los cuadros de infantería española, su importancia irá declinando a medida que se vaya imponiendo el uso de las armas de fuego, también innovación de los tercios, primero arcabuces y luego mosquetes. Pero su progresiva obsolescencia no impedirá que sigan siendo el elemento distintivo del tercio, aun hoy, símbolo de la dureza de estos cuerpos de élite militares, prácticamente inexpugnables. Ningún lugar era más inaccesible en el Siglo de Oro español, más hermético e inexpugnable, que el interior de un tercio, formando en cuadro tras ser ordenado por su sargento mayor. Ni en Rocroi, el canto del cisne de los tercios, pudieron ser penetrados, a pesar de ser acribillados casi a quemarropa por los mosqueteros franceses. Quienes, a pesar de agredir duramente a la infantería española, se llevaron la peor parte en el intercambio de fusilería. Por eso Velázquez muestra el bosque de picas: Es un acto de orgullo. Una fresneda que ha crecido para la guerra, que ningún viento bélico, por huracanado que sea, podrá derribar. El propio Velázquez quiso ser caballero de la Orden de Santiago, soldado, a pesar de que en su única incursión en el género de pinturas de batallas nos hable más que nada de la paz.

Con el aspecto de un tercio impenetrable se veían en el campo las dos líneas de defensa que Mourinho dispuso en el Nou Camp el día que se sentenció la Liga de los récords, en el momento cumbre del Real Madrid de Mourinho, en el partido en el que el equipo merengue impartió una lección magistral acerca del sistema de juego que proponía como alternativa al dominio blaugrana; hegemonía que ya duraba varios años y que se suponía indiscutible. Dos líneas que basculaban coordinadas, densas en el centro, como un bosque de picas, para dificultar la combinación de los hábiles atacantes rivales; escoradas hacia la banda por la que intentaba atacar el Barça en cada momento. Khedira y Alonso hacían constantes ayudas a los laterales, Arbeloa y Coentrao. La lentitud que ha ido adquiriendo el juego combinativo del Barça en estos años, le impedía aquel día trasladar el balón con la suficiente celeridad de una banda a otra como para pillar desguarnecido uno de los flancos del Madrid. Y las pocas veces que lo lograba, más por el lado de Arbeloa que del portugués, el veterano lateral español supo defenderse con oficio ante su par, Tello, mucho más rápido que él, pero con muchas menos mañas. Veterano soldado de los tercios, tras su vuelta a la disciplina blanca, Arbeloa ha renunciado a los galones para incorporarse a la unidad como simple soldado, como era habitual en el siglo XVII. El tercio de Idiaquez, el que aguantó en Nordlingen, en la cima de la colina de Albuch, las más de 15 cargas de la infantería sueca, momento cumbre de la historia de los tercios, estaba formado en su mayoría por antiguos oficiales que habían renunciado a sus galones para poder participar en la campaña en tierras alemanas contra los protestantes, en la Guerra de los 30 años. Arbeloa, soldado del tercio de Mou, volvió al Madrid para ayudar en vanguardia, en primera fila, el embate de todos los ejércitos enemigos. Para no ser ni más ni menos que otros. Solo uno más en la línea del frente, la más expuesta, que un compañero suplirá si resulta entre los caídos.

Juan Ambrosio Spinola, Marqués de los Balbases y Duque de Sesto

Velázquez, una vez más, da al tema que trata en un cuadro, en este caso "La rendición de Breda", un tratamiento revolucionario. En su crucifijo para el convento de San Plácido nos muestra un Cristo que es al mismo tiempo mortal (parece irremisiblemente muerto) y carnal (sangra y suda), que divino, capaz de rasgar las tinieblas que su muerte crea con la luz que emana de su misterio. Es el retrato magistral y creíble de un cadáver, pero que nadie duda que habrá de resucitar cuando llegue su momento. En "Las Hilanderas" convierte un cuadro costumbrista en una alegoría del poder y de la rebelión de quienes están sometidos a él. En "La Venus del espejo", obra brutalmente explícita, desdeña la posibilidad de retratar la belleza de la mujer, cuyo rostro se difumina en el reflejo del espejo, y se centra en la descripción de su poder erótico, que centra en el cuerpo, en especial en su silueta y su visión posterior. En "Las Lanzas" vuelve a hacer un planteamiento que rompe con todo lo anterior en el tema tratado, abandonando todo intento de exaltar la victoria, centrándose en describir la paz que se hace posible tras concluir la batalla si hay voluntad de reconciliación y respeto entre quienes la han dirimido. En "Las Lanzas" Velázquez se preocupa por ese fruto improbable de la guerra que es la paz, mientras que Goya, dos siglos después lo hará de los mucho más probables, inevitables en realidad, del horror, la muerte y la crueldad gratuita entre los hombres.

Si en "Las Meninas" el espacio central está ocupado por la infanta Margarita, a cuyos padres, los reyes, vemos reflejados en un espejo en la pared del fondo de la estancia, en "Las Lanzas" son los dos generales que han librado la campaña quienes ocupan este lugar de privilegio, con sus tropas en torno suyo y el campo de batalla al fondo. Es un cuadro de historia militar, pero distinto, no celebra la lucha, ni la victoria y los sacrificios para lograrla, sino la concordia, la paz, el momento de la reconciliación. Real o ficticia, sincera o escenificada, la reconciliación llega tras el horror vivido, que se adivina en las columnas de humo, que se alzan tras el abigarrado grupo de figuras humanas que ocupan el primer término de la imagen, y que buscan el cielo, aunque reacias, porque se curvan hacia el horizonte como si no quisieran abandonar el fuego que las ha creado. Es un momento de cortesía que casi parece fuera de lugar, poco creíble, aunque maravillosamente descrito en el dibujo. Justino de Nassau, líder de los sitiados, los rebeldes holandeses, hace ademán de postrarse de rodillas en el suelo para, desde una postura de sumisión al vencedor, hacerle entrega de una de las llaves de la ciudad al líder del ejército victorioso, Juan Ambrosio Spinola. Casi podemos intuirlo, aunque ese momento se sitúe unos segundos antes a lo que Velázquez nos narra en el cuadro. El general genovés sujeta al holandés por el hombre, quizá con algo más de intensidad unos instantes antes, para impedirle el gesto, y en la expresión de su cara, dulce incluso, llana de cordialidad, trata de hacerle entender que en ese momento son iguales, que aquel que delimitan ambos ejércitos es un espacio de concordia, en el que no hay enemigos y todos los hombres son iguales. Aun así, es la mirada del líder de los imperiales la que ha de bajar para encontrarse con la de su oponente. Asimimso, es el ejército español, sus piqueros, quienes muestran más marcialidad en ese momento solemne. Esas picas, perfectamente dispuestas, son un grito de orgullo del pintor español, como ya hemos dicho. Un homenaje a los tercios, donde la disciplina y el valor se daban por supuestos y la fiereza, arrojo y profesionalidad marcaban la diferencia con sus rivales. Picas, que no lanzas, como advertimos antes, que se disponen, con pocas excepciones, en paralelo, con sus puntas casi a la misma altura.

Para la descripción psicológica del instante podemos acudir a Marc Fumaroli, a su artículo "El abrazo de las lanzas", perteneciente al curso impartido en el museo en 1997, con el título general de "Fragmentos y detalles". El ensayista francés se centraba en su lección en un fragmento de "La rendición de Breda", justamente en el abrazo que tiene lugar en el núcleo de la pintura. "Este no es un acto ostentativo, teatral ni oratorio, los dos héroes no posan ni ante la historia ni ante la posteridad, ni ante los espectadores del cuadro. Su movimiento recíproco es maravillosamente natural, como podría serlo el impulso de un encuentro entre amigos separados hace mucho tiempo. Posee un sabor íntimo de afecto cordial, profundamente ajeno a las posturas heroicas de los pintores de historia suelen prestar a los personajes a quienes alaban, y a los que transforman en comediantes de su propia gloria, que se saben admirados y buscan los aplausos. Esa cordialidad en que el vencedor clemente invita y admite al vencido, es de una calidad íntima tal que el coro, que rodea a los dos hombres, desvía la mirada como si no quisiera cometer una indiscreción, y para cuidar que otros tampoco sean indiscretos".



Continúa Marc Fumaroli su descripción atendiendo a los gestos de los firmantes del abrazo: "La afectuosa sencillez con la que los protagonistas se dirigen el uno al otro vuelve sus gestos tanto más augustos. Es lo mismo que un acto litúrgico llevado a cabo por sacerdotes devotos en presencia únicamente de lo divino, en ausencia y aparte de toda consideración profana". También parece haber en el abrazo de José Mourinho y Florentino Pérez en el vestíbulo del hotel de Zaragoza un intento de eliminar jerarquías, de igualarlos como amigos. Son sus vestimentas las que los delatan a los observadores no avisados, los uniformes con los distintivos de su rango: Traje y corbata en el presidente del club y chándal en el entrenador del equipo (mánager general, todo lo más, si usamos el modo con el que le gusta referirse al portugués a Diego Torres, en un intento de advertir del excesivo poder que le ha sido concedido). Luce el primer Duque de Sesto armadura de paseo, negra con filigrana de oro, y porta el bastón de mando como mariscal de campo de los ejércitos imperiales. Las de Mauricio de Nassau son vestimentas de paisano, admitiendo quizá  que su calidad de vencido no le permite lucir el uniforme.

El abrazo, del que son testigos numerosas personas sólo a través de las cámaras de Real Madrid TV, es íntimo, completamente cordial, distendido, tal como nos lo describe una tuitera madridista, @Ana_Bolena88, cuyos conocimientos y titulación como psicóloga le permiten hacer una análisis atendiendo al lenguaje no verbal. Como "psicoloca" y adicta a las teorías de la conspiración se define en su bio en Twitter, aunque con su breve estudio desmonta una de estas tesis paranoicas, la que suponía a Florentino y Mou peleados, al primero harto de la hiperactividad del segundo a la hora de crear problemas, al segundo harto de la indolencia del primero a la hora de resolverlos. Se trataba de una relación entre lanzas, al decir de buena parte de la prensa, a punto de disolverse siempre, ya sea de mutuo acuerdo o a las bravas, y siempre para alivio de ambas partes, que no se soportan. Pero las lanzas se convierten en cañas con el abrazo en tierras mañas, porque ya sabemos que una imagen vale más que mil palabras. Incluso más de mil desmentidos, que son los que deben llevarse a fecha de hoy de sus supuestas desavenencias irreconciliables, denunciadas por la prensa desde el minuto uno de la era Mourinho. No quedó claro para la opinión pública, al parecer, en su discurso en vísperas de Navidad, en el acto de entrega de las insignias de oro y brillantes, y el club ha aprovechado un momento en que Florentino ha querido reiterarle a Mourinho su afecto y su confianza, para captar las imágenes y difundirlas, para ver si así, de una vez, quienes no quieren enterarse se dan por vencidos, hacen acuse de recibo de la realidad de esta relación entre camaradas y madridistas.

  

La paz, que se hace posible ante nuestros ojos en el cuadro de "Las Lanzas", voluntad de quienes hasta ese momento han tomado las decisiones en la guerra, ocurre en un ámbito casi privado, no en uno público, como es habitual cuando se trata de recalcar en una pictórica obra los aspectos heroicos de una victoria. Tiene lugar en un espacio íntimo, como en "La Meninas", una estancia cuyas paredes serían los dos ejércitos dispuestos en semicírculo detrás de cada uno de los generales. Somos testigos del abrazo porque podemos "colar" la mirada por una rendija, por una grieta del muro humano, y acceder al escenario circular en el que ocurre. Pero, no es fácil, hemos de desafiar la mirada severa de algunos personajes del cuadro, que miran directamente al espectador como retándole a que abandone el espacio íntimo donde tienen lugar los hechos que se narran, como si fueran centinelas de un ámbito íntimo, que ahora es común, propiedad compartida por ambos ejércitos. El ensayista francés Marc Fumaroli compara ese estancia circular donde se escenifica la paz con la corola de una flor, de la que los dos personajes centrales serían su pistilo. Llevando a un más lejos el símil, los dos generales serían estambre y pistilo. De la fecundación del segundo por el polen del primero surgiría el fruto de la paz. Autofecundación, al tratarse de los órganos masculino y femenino de una misma flor. Algo raro, pero posible, y cuyo resultado es fácil que se malogre. Pero solo de la voluntad de las partes que discuten, de la flor de la guerra, es posible que surja la paz.

El abrazo de Zaragoza tiene lugar también en un espacio íntimo, el vestíbulo de un hotel, pero si nuestra mirada es capaz de colarse en el lugar en que ocurre y ser testigo, es porque tiene lugar ante las cámaras de la cadena de televisión del club, que da amplia difusión a la noticia. Si el abrazo de "Las Lanzas" tiene como objetivo el fruto de la paz, el que tiene lugar entre cañas que se creían lanzas, trata de establecer un desmentido. No es necesario esfuerzo de voluntad alguno porque nunca hubo guerra entre los dos personajes. Si alguna ventaja tiene Mourinho a la hora de interpretarle es su brutal sinceridad. Tenemos casi noticia de la evolución de su afecto hacia Florentino Pérez casi en tiempo real. De los tiempos, al inicio de su estancia en el Real Madrid, en los que era muy rácano en sus elogios hacia el presidente cuando abordaba el terreno de lo personal en entrevistas, como es lógico entre personas que se conocen poco y aun no han tenido que someter a prueba su amistad, hemos pasado a éstos en que su entusiasmo es evidente cuando habla de su presidente. Si Mourinho agrede es siempre con la verdad, no con la mentira, como hace la prensa. Si hay ofensa en lo que dice es porque a quienes escuchan no les conviene lo que refiere, no porque haya voluntad expresa de herir, como si la hay en la prensa cuando habla de su persona o de sus allegados. El abrazo de entrenador y presidente es una verdad exhibida -basta con atender al análisis que efectúa @ana_bolena88 para comprobarlo-, no una mentira escenificada, que tiene lugar en un ámbito íntimo, aunque haya voluntad de que se haga público y alcance amplia difusión. Y se agradece, porque la afición madridista sufre escuchando a diario los bulos que se difunden desde los periódicos y las emisoras de radio acerca de luchas internas, odios recíprocos y divisiones. Nada une más que un enemigo común, es el abecé de la construcción de naciones. Por eso ahora el periodismo parece tan cohesionado. Pero esa división de la que ellos hablan en nuestro bando, es una brecha que se va cerrando a medida que más y más madridistas abren los ojos para percatarse de la verdad impostada que les ofrece la prensa.

Un abrazo que si para la afición probablemente es balsámico -casi pudo escucharse el suspiro de alivio en la afición que acude a diario a Twitter-, para el columnista del diario barcelonés Mundo Deportivo es como "El abrazo de la muerte". El que procura al héroe, noble e inocente, de la película que utiliza para su símil, la seductora y dañina Anna (Yvonne de Carlo), la femme fatale de la película de Siodmak. Es una comparación forzada, aunque estamos casi seguros de que al redactor poco debió importarle que no funcionara al utilizarla para su desmentido. El abrazo, nos dice José Luis López, "puede arrastrar a un mundo sórdido de corrupción a un hombre honrado". Lo dice mencionando al actor Burt Lancaster (Steve), aunque todos sabemos que se refiere a Florentino Pérez. Mourinho tiene la prodigiosa virtud de haber convertido en modelos de virtud tanto el pasado madridista, la era de don Santiago Bernabéu, como el presente, el denominado "Florentinato". Si la parábola de la pérdida del Señorío necesitaba reivindicar la figura del mandatario madridista, muy atacada tras su muerte, para poder justificar dicha pérdida, el abrazo de Zaragoza convierte ahora en héroe trágico a Florentino para poder ser víctima de la traición de aquel a quien más quiere. No sería mal negocio cambiar toda una historia inmaculada por 3 años de iniquidad, los que llevaría Mou al frente del staff técnico del Real Madrid. No lo sería si tuviéramos algo que reprocharle a nuestro pasado o nuestro presente, si no estuviéramos orgullosos de ambos.

El periodista flirtea con la idea, aunque no la lleve a término, quizá por lo arriesgada al tiempo que forzada, de una supuesta atracción entre los protagonistas del abrazo, cuando lo cierto es que el amor que Steve siente por Anna, no es correspondido. Steve es víctima únicamente de su obsesión, de su imposibilidad de alejarse de la mujer que ama, que se ha ligado, al casarse con un mafioso, con un mundo peligroso y propenso a la fatalidad. No es Anna que quien arrastra a Steve a la perdición, sino su querencia hacia Anna, su necesidad de cohabitar su mismo mundo. Y, aunque el análisis que José Luis López efectúa de la película fuera más certero, aun así se trataría de un símil imposible, porque Mourinho no ha traído la fatalidad al madridismo, lo que ha hecho es barrer la que había. Tres años sin títulos y con continuas humillaciones, con una plantilla falta de calidad y llena de vacas sagradas que se resistían a recibir el relevo. Si no cree en la sinceridad del abrazo que abra más los ojos, que ejercite su intuición o, más fácil, que acuda a los análisis de @anna_bolena, que gustosamente le facilito en la presente entrada del blog.

¿Necesitan la prensa deportiva y el madridismo su abrazo? Diría que si. No es fácil encontrar en uno esa voluntad que tan fácil parece que aflora en Juan Ambrosio Spinola y Mauricio de Nassau. Y eso que la nuestra ha sido una guerra incruenta, sin más bajas que las ocasionadas en los EREs en los medios, que casi siempre se han llevado a lo que no sobraban, a los que aportaban cordura, concentrando la inquina en los supervivientes, por ser lo más beligerantes. Si algún día llega ese abrazo, para hacer posible los tiempos de antaño, aquellos en los que abrir el AS para ojearlo era una promesa de diversión sin complicaciones, de entretenimiento sano y luminoso, sin sombras chinescas proyectando siluetas de demonios en la pared del subconsciente colectivo, la del tirano Mou, con gorra militar de las Waffen SS, por ejemplo, o la del carnicero Pepe y el adicto al tabaco Coentrao, habrá de ser también a las claras, con luz y taquígrafos, con cámaras, dando voz a los que discrepamos. La paz es voluntad de olvido de la ofensa, un ademán de impedir el gesto de sumisión del otro, un gesto simbólico de hacer de la propia casa la del enemigo. La llave de la ciudad del madridismo ha de estar en los bolsillos de todos los periodistas, y estos hacer honor a la hospitalidad que se les brinda.

Velázquez pintó "La rendición de Breda" diez años después de producirse la batalla que narra. Destinada a la decoración del Salón de Reinos, estancia del Palacio del Buen Retiro destinada a la recepción de dignatarios extranjeros. Formaba parte de una serie de doce obras pictóricas que describían batallas, victoriosas para las armas españolas, que se produjeron a principios o mediados de la década de 1620. Las obras fueron encargadas por el propio Velázquez a colegas del gremio asentados en la corte madrileña. La serie puede verse completa actualmente en el Museo del Prado, después de recuperarse la que faltaba en la colección al ser donada por un particular. La decoración del salón se completaba con una serie, incompleta, encargada a Zurbarán, sobre los trabajos de Hércules, personaje mitológico cuyo linaje se suponía emparentado con el de la Monarquía Española, así como con una serie de retratos ecuestres de los reyes y el heredero, Felipe Próspero, que murió años más tarde. Tampoco la paz que procuro el abrazo de "Las Lanzas" fue duradera. Dos años después de pintarse, la ciudad volvió a manos holandesas. Un año casi se tardó en tomar la plaza, con cuantioso gasto en hombres y dineros. Poco más de una década pudo sacarle provecho la corona. Todo es efímero y nada en mayor medida que la victoria. Nada tan frágil como la paz, que solo puede perdurar se perdura la voluntad que la hizo posible. Unos meses es el plazo que la prensa fija para la vigencia del abrazo de Zaragoza. El que tuvo lugar en la imaginación de Velázquez es inmortal, como los será el legado que deje Mourinho tras su marcha.


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Referencias:

Pica y Arcabuz: los Tercios españoles - www.redhistoria.com

Pica - Wikipedia

Armas de asta - Wikipedia

Sarissa - Wikipedia

El asedio de Breda - www.batallasdeguerra.com

Sitio de Breda (1625) - Wikipedia

Ficha del Museo del Prado del cuadro "La rendición de Breda"

Entrada de la enciclopedia on-line del Museo del Prado sobre El Salón de Reinos

El salón de Reinos - Wikipedia



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