miércoles, 6 de marzo de 2013

El Fútbol y sus aledaños (114) - Salta, pequeña Sue

Tequila - "Salta"

Salta, pequeña Sue

Así, de principio, resumen de la crónica en forma de titular. Salta, pequeña Sue. No pares de hacerlo. "Susususu... Salta", como dice el solista de Tequilla en la canción que adjunto, pequeña Sue. Porque no es para menos. Que nada empañe tu alegría. Nos sobran los motivos, como diría Sabina, para reivindicar hoy todas las sonrisas, para hacerlas nuestras, al menos en el territorio del fútbol. Salta y baila, expresa tu alegría, como solo saben hacerlo las latinas. Espectáculo fascinante el de su alborozo, tenga o no excusa sólida. Incluso más cuando no. Salta, pequeña Sue, que la mañana es tu pista de baile, y la claridad del día que empieza música a todo volumen para que encuentres el ritmo para expresar tus sentimientos. Y que sirva este pliego -que en ningún caso es de descargo, porque de nada hemos de avergonzarnos y no debemos explicación alguna-, para tratar de explicarte con más detalle todo lo sucedido, para intentar el logro, diría que casi imposible, de ser capaz de darte un nuevo motivo, uno que no hubieras advertido durante y después del partido, para hacer que prenda en tí la alegría de ser madridista el día después de un triunfo grande.

Alineación sin sorpresas para mí, no se como la verías tú. Sospechaba la titularidad de Higuain porque en el partido del Nou Camp sospecho que Mourinho ensañó ciertas tareas específicas con Higuain, que a todos se nos pasaron por alto al juzgar su juego como malo aquel día, pero que es seguro que satisfizo a su entrenador. Y creo que, al margen del partido de Copa, fue un acierto su titularidad. Se le vio muy mejorado, muy implicado en el juego también. Tuvo serias opciones de batir a De Gea. En realidad lo hizo una vez, pero el tanto fue anulado, para mí con una falta dudosa pitada a Ramos, que disputa un balón y, al saltar más que su rival, por una mera cuestión de dinámica de los cuerpos celestes, no puede evitar golpearlo con el brazo en la cabeza al empezar a descender. Se le vio más rápido de piernas y de reflejos, aun con un evidente margen de mejora. Pero corrió como si no fuera a haber un mañana, durante el primer tiempo como si tuviera claro que iba a ser sustituido en el descanso y quisiera evitar ir a la ducha con un solo gramo de energía no quemado en el partido. Suyo fue el pase del gol que a la postre nos clasificó, y nos hizo recordar al primer Higuain, el anterior a ocupar el puesto de 9, que rondaba la banda derecha sobre todo como animal de rapiña, prodigándose como extremo más que como delantero centro, más certero en la asistencia que en el remate. creo que su concurso de inicio fue un acierto, el ser benzemista no me impide en absoluto decirlo. Es más, me causa mayor alegría. Porque también soy higuainista y hace muchos años que se, ventajas de los que ya peinamos alguna cana, que esa obsesión porque elijamos constantemente para desechar opciones en la vida es una e las mayores estafas de la vida. Tahur de taberna, pícara maestra en el engaño, que trata de hacerte más pobre con la propuesta, que aligeres la bolsa de los deseos y las esperanzas, no propietario de lo que finalmente eliges.

Salió el Real Madrid a morder, y es algo digno de agradacer. Comenzó el partido como si en vez de tener que remontar un gol fueron de tres o cuatro tantos la diferencia a neutralizar. Arrinconó al Manchester en su campo, y hasta en su área. Presionaba muy arriba, y cada balón que disputaba parecía el último. Pero, lejos de molestar a los de Ferguson, pronto se vio que aquello era parte del plan trazado por ellos. Como Animal en Cannas, Ferguson se dejó arrollar por las primeras líneas romanas, es decir, madridistas. Desbordó al ejército contrario por las alas, con la ayuda de su caballería, los trotones Welbeck y Nani. Y quiso, y casi lo logra, usar de tapa para cerrar la caja en la que aislar del exterior al enemigo a su máxima estrella, a van Persie. Si este no hubiera estado obesionado en marcar el gol del año y la defensa madridista tan eficiente quizá lo hubiera logrado. Poco a poco fue ajustando su defensa el equipo local e incrementando la peligrosidad de sus contraataques. Sólo el buen hacer de la defensa madridista, que empieza a equipararse a la que gozó en los dos años anteriores, evitó que los diablos rojos fueran al descanso con ventaja. Ramos hizo probablemente su mejor partido de la temporada, y Varane estuvo sencillamente sublime. también estuvo sobresaliente Coentrao. Arbeloa, en la banda contraria, cumplió con creces en defensa, pero apenas rentabilizó sus subidas en ataque. ganó con facilidad la espalda de la defensa, pero siempre que llegaba el balón hasta él, en vez de profundizar reculaba hacia campo propio y lapidaba la ventaja posicional adquirida. Es costumbre este año y probablemente siga instrucciones de Mourinho. Que no voy a discutir, porque es verdad que el madrid de los primeros meses de la temporada no estaba para muchas alegrías en defensa, y solo hubiera faltado distraer de sus funciones de contención a un entonces mermado Arbeloa. Sin embargo, deberíamos haber enseñado al menos las garras en la primera parte por la derecha para facilitar el tráfico por la izquierda, donde se acumulaban Coentrao, Di María y, a menudo también, Cristiano, con sus respectivos marcadores, a los que tocaban más de uno por cabeza.

Poco dio de sí la primera parte. El Real Madrid se fue atascando poco a poco y el Manchester adquiriendo cada vez más peligrosidad en sus rápidas salidas. Se vio a Cristiano muy poco centrado en el partido, tomando siempre decisiones erróneas. A pesar de la mayor peligrosidad del Manchester, tampoco tuvo que emplearse a fondo Diego López, que solvento el trabajo que tuvo con sobriedad y tino. Nada más reanudarse el encuentro llegó el primer gol. Un balón que se estuvo paseando por el área del Real Madrid más rato del que exige el decoro, y el que se habría supuesto en vista de la alta calidad del juego defensivo en la primera parte, llegó a los pies de Varane, que cometió el primer error casi que se le recuerda. En vez de ceder un córner o despejar hacia la banda un balón que tenía dominado junto a la raya de fondo, en el lateral izquierda del área, trato de jugarla, pasarla a un compañero, o no se sabe bien qué. El caso es que Nani, que le encimaba, se apropió del esférico, y su centro al área chica fue despejado por Sergio Ramos hacia las mallas en ves de hacia afuera del área. En resumen, una defensa que llevaba una hoja de servicios impoluta en el partido, que había tenido que solventar la poca ayuda recibida esta vez de la delantera y la línea media, tuvo una serie de fallos en cadena que pusieron la eliminatoria franca para el Manchester United.  Al que más y al que menos, a todos los madridistas vinieron a visitarnos los fantasmas dickensioanos de la Navidad. El de un pasado con sonoros batacazo. El de un presente muriendo en tierras lejanas con enorme sufrimiento por los pecados cometidos. El de un futuro sin apenas metas, sin Décimas de fiebre por la tensión de alcanzar los sueños. es lógico, humano que ocurriera, pero creo que falto comunicación entre los miembros del equipo justo tras el gol. Ramos escondió su frustración tras una sonrisa sardónica, sin saber muy bien que hacer o que decir. Otra vez se veía en la silla donde se declaran los culpables. Diego López descargó la suya lanzando el balón, que acababa de recoger del interior de la portería, contra el césped. El resto vivió a solas su tristeza. Era el minuto 47 de juego y el mundo parecía un desierto abrasador. Todo un tiempo de juego para recorrer un paraje desértico. Pero ya dije ayer, parafraseando al embajador francés Dreyden de "Lawrence de Arabia", que solo dos especies son capaces de divertirse en un paraje así, en un partido infernar en que el césped quema la planta de los pies de los jugadores. A saber: los madridistas y los dioses. Ayer fue el del Real Madrid un alma de beduino, hecho a la ausencia de agua con la que saciar la sed de esperanza.

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"¿La pequeña Sue? Pues se diría que cuando niña ya preconizaba lo de ayer.
Las latinas llevan la alegría como elemento de serie"

Van halen - "Jump" (Litle Sue)


El equipo no tuvo más remedió que adelantar filas. El Manchester, por su parte, no tuvo inconveniente en encerrarse en su área. Sin sonrojos. Tampoco había por qué, por mucho que quieran excomulgar los profetas del fútbol moderno el juego basado en el esfuerzo defensivo. ¿Por qué renunciar a una ventaja estratégica, a que el contrario, aunque sea obligado por las circunstancias, propicie el juega que te favorezca? Khedira y Xabi Alonso avanzaron posiciones. La rotura de Di María y su sustitución por Kaká, puso a más jugadores que dominan el juego en estático en la trinchera del Real Madrid, en detrimento de los contragolpeadores, como el argentino. Poco después llegó la jugada decisiva, la que todo el mundo comenta. Un balón suelto, al que opta Arbeloa, provoca el encontronazo con Nani. En principio parece un lance sin trascendencia, una falta quizá aparatosa, pero sin más consecuencias. Ambos jugadores implicados se demoran en levantarse. Arbeloa se duele de una patada recibida, que parece fortuita. Nani no se sabe bien de qué. Al recordar su tardanza en levantarse ahora es cuando me hace sospechar que tal temía lo que al final pasó. El árbitro hace gestos claros a todos los jugadores que se acercan que tiene claro lo que ha pasado y lo va a resolver la situación planteada sin ninguna duda. Cuando al fin se levanta Nani, para sorpresa de todos, también mía, le muestra tarjeta roja. Me parecía que había enloquecido. También Mou fue de esa impresión, y en una charla con Ferguson en la banda parece decirle unas palabras llenas de complicidad mientras se tapa la boca para que nadie pueda leer sus labios. El entrenador del Manchester asiente. Poco acostumbrados a los favores, los madridistas estábamos desconcertados. Pero no era el momento de renunciar a la ventaja dada por las circunstancias. El primero en reaccionar en los varios cientos de millones de personas que asistían al encuentro, en directo o a través del televisor, fue el propio Mou. renuncia a un recurso en ataque nulo, su lateral derecho Arbeloa, que además se queda sin función específica con la expulsión de Nani, a cambio de otro jugador experto en el juego estático. En realidad en todas las suertes del toreo futbolístico, un Modric que tomó la alternativa, aunque en plaza ajena, y que tendrá que refrendarla en el Bernabéu.

A partir de ese momento, con un jugador más en el equipo blanco, aunque ayer disfrazado de verde, ocurren dos cosas, una lógica, previsible, y la otra sorprendente, para mi excesiva. La primera es que el Real Madrid adelanta líneas, más allá de lo que la prudencia aconseja, y sitúa su frente, su trinchera, en mitad del campo de los ingleses. No le quedaba otra, estando en trance de desaparecer de Europa, de despertar del sueño. "Dame cinco minutos más de cama, mamá, que estoy soñando algo hermoso", debió pensar más de uno. la segunda es que el Manchester, ya encerrado atrás, se desmorona como un castillo de naipes. Piel demasiado fina a pesar del castigo de quedarse sin un jugador. El fútbol del Real Madrid empezó a adquirir hechuras de balonmano en su juego. Los muchos medios centros organizadores madridistas, Xabi, Modric y Kaká, comenzaron a pasarse el balón junto a la frontal del área del manchester, con el apoyo de Cristiano, Higuain y Khedira. Poco a poco fueron encajonando al los diablos rojos en la pila de agua bendita. Con tiendo e infinita paciencia, con la histeria de quienes asistíamos al encuentro con la zamarra blanca, fueron tomando posiciones para el remate. Pero tuvo que ser el recién llegado quien diera el zarpazo, quien dejara malherido al contrario. En el minuto 65, el balón, que está siendo amasado por una docena de pies como masa de pizza, al más puro estilo del tiqui-taca, llega hasta Modric. Lo controla escorado a la izquierda de la portería de De Gea. Nadie se mueve apenas, solo el, que recula en paralelo a la raya de gol, buscando una opción segura. la defensa le deja hacer pensando que tiene cubiertas todas las opciones. Pero cuando supera la vertical del palo derecho de la portería, tras recorrer toda la frontal del área, arrea un zapatazo que coloca el balón en una trayectoria tensa, celérica, ligeramente parabólica, en trayectoria saliente al principio, para cerrarse al final de la misma, golpear con violencia el poste y colarse en la portería como un casquillo de bala, rebotando en las paredes del cubículo, haciendo inútil la acrobática estirada del portero portero espigado vestido de amarillo plátano. Un disparo a quemarropa en un órgano vital del equipo ingles, que ahora se desangra como una fiera herida. Tan hermoso fue el gol, no sólo por los dones que traía, por lo que significaba, sino también por su belleza formal, su intensidad y su ansia de hacerse herida, que ha sido un verdadero suplicio ahora dejar de describirlo. Ojalá la frase en que lo narraba no hubiera acabado nunca. Ojalá hubiera podido demorar el punto final de la frase hasta el confín de los tiempos.

Franco Battiato - "Centro de gravedad permanente"

Esa vieja de Madrid con un paraguas de papel de arroz de la que habla Battiato en la canción es esa ilustre señora que hoy cumple 111 años. Manchester tiene un clima del infierno, ya lo dice el Kun Aguero, que sueña con ser parte del dueño madridista. Llueve en la Castellana y el Bernabéu busca un centro de de gravedad parmanente mientras espera a que escampe. Y lo encuentra en un jugador diminuto, que lo único que tiene grande en su presencia, además de la calidad, es la longitud de sus melenas rubias. Un jugador cuestionado, cuando no objeto de mofa por parte de la prensa. Pues, ale, "a mamarla", como decíamos en la mili al turno de guardia que llegaba para reemplazarnos cuando estábamos de servicio, a rumiar el precio del croata a otro sitio, que a nosotros nos parece hasta barato el fichaje, si se hace una comparación calidad/precio y, sobre todo, después de haber servido de machete para avanzar por la espesa jungla que nos separa de la Décima. Mou en Darien, afilando el filo de Luka para cortar la maleza como papel de arroz. En la selva llueve agua tibia sobre la piel ardiente. Y si mi prosa se vuelve oscura y simbólica, la culpa es de Franco, al que estoy escuchando ahora. Mou más cerca de ver el océano desde la cúspide de la final en Wembley. Es el Atlántico y no el Pacífico, pero es que como un atlante, como un Atlas gigante ha tenido que comportarse esta temporada para sostener el mundo madridista en sus manos, mientras lidiaba con seres de la prensa nada pacíficos, bestias mitológicas salidas del averno de las palabras. Permiso para que la pequeña Sue y un servidor bailemos al ritmo de la tonadilla italiana hasta el siguiente párrafo.

En el minuto 68 otra jugada interminable sentencia la eliminatoria. Tras tantear las opciones posibles, Alonso, Higuain y Özil, una pared entre el argentino y el alemán, que la devuelve de tacón, permite a al primero internarse hasta el fondo del área de De Gea, por la derecha, y centrar paralelo a la raya de gol, a un metro de esta, para que CR7 remache el tanto lanzándose de forma acrobática al suelo en el segundo palo. Fue casí el primer acierto de Cristiano. Pero, ¿para qué más? Le debemos tanto, ahora incluso más. Mou, que tenía en la recamara del revolver la bala de Benzemá, pronto a dispararla, rectifica sobre la marcha. Se les ve, al entrenador y al delantero celebrar el gol mientras el segundo escucha las instrucciones antes de salir. Con un gesto le indica que lo olvide todos y que vaya al banquillo nuevamente. Será Pepe el que finalmente salga en sustitución de özil, que ya ha dejado su huella dactilar, indeleble, en el encuentro. Es ajedrez rápido. El portugués rectifica la jugada sobre la marcha al no haber levantado la pieza del recuadro. Lo demás sirve para que Diego Alonso se sume a la épica del momento, para que atrape la gloria que le debe una larga carrera en la que mereció más de lo que tiene. ¿Quizá la Décima, un desempeño importante en su logro? Tres paradas antológicas, plenas de reflejos, de ansiedad de victoria, permiten soportar la última carga de la infantería británica. La delgada línea roja de los fusileros ingleses, que se estira hasta los límites de su capacidad de despliegue para poner en un último brete al equipo blanco, que ahora sólo piensa en verde, borracho de futuro, de espacio abierto, cuando antes su horizonte vital era de tan solo una semana, cuando su esperanza de vida era la de un moribundo. La delgada línea roja se estrella y se rompe contra la fila de piqueros castellanos y ya nada más, salvo contar los cadáveres y socorrer a los enfermos tras el pitido final.

¿Y que más te digo, pequeña Sue? Que bailes y cantes y me hagas llegar el sonido de tu voz. Fue roja merecida la tarjeta que vio Nani tras su patada, y quien lo niegue miente a sabiendas. No puede aducirse que no vio llegar a Arbeloa porque todas las tomas nos hurtan la visión de su rostro, porque parece girar la cabeza para encararlo cuando se acerca el lateral español a donde está. Es comprensible el desconcierto inicial, que el propio Mou crea que la sanción fue excesiva, en un alarde de gallardía que le honra, y que seguro que ha hecho rabiar a media Cruzada. Pero tras tantas repeticiones hay que empecinarse en no ver para que no quede claro que Nani estira la peina al golpear y que lo hace con la planta del pie, cuando lo lógico habría sido hacerlo con la puntera, si fuera cierto como dicen los antis y los disfrazados que el pasaba por allí para controlar un balón que volaba alto por el aire. No, cuando ve llegar a Arbeloa, en vez de reducir la peligrosidad del impacto con el defensa prefiere que el encontronazo sea lo suficientemente contundente para quitarle todas las opciones de sobrepasarle. Y como un instante después sabe que ha incurrido en grave riesgo, se recrea en un dolor que no siente, que solo es patrimonio en la jugada del madridista. pero es que, además, esa jugada no es nada comparada a tantos errores cometidos por el árbitro que perjudicaron al Madrid. Ladran los de siempre desde ayer por la noche, pero en su pecado, en sus sonora frustración, llevan la penitencia. Y que algunos, como Quim Doménech, quieran convalidar un error arbitral que en realidad no lo fue con tantas ayudas recibidas por el Barça estos últimos años raya en los surrealista. Humor de los Hermanos Marx que, una vez más, abarrotan el camarote en que vuelve a convertirse la prensa deportiva española.

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