lunes, 4 de marzo de 2013

El Fútbol y sus aledaños (112) - El buen ladrón

La Crucifixión - Pedro de Orrente

El buen ladrón
(Artículo escrito con la ayuda de @DiosaMaracana)
(Artículo editado originalmente en el Blog: Soy Madridista)

Será divertida, pero habrá una pizca de nostalgia al escucharnos sin duda, la labor de explicarnos a nosotros mismos cómo logramos sobrevivir a nuestra propia extinción y emerger de las aguas; no se sabe bien si cual Venus de la concha tras el orgasMou de Zeus y su eyacular sobre el mar, o cual pez con patas para subir otro peldaño de la escalera de la evolución futbolística. Lo que ayer era un invento novedoso, la cúspide del proceso, hoy sólo es un penoso y tedioso paso previo. Bullen los blogs con informes psicológicos de los últimos años, la lista de agravios y cuitas del pasado, con las crónicas de nuestros delirios, la fiebre de antaño, que nos hacía pensar en un futuro que no parecía ya nuestro, que en nada se asemejaba al que al final ha sucedido. La fe es para los locos y los alucinados, pero también para los irreductibles. "Los viejos malos tiempos", habría que llamarlos así, porque casi diría que hasta empiezo a echarlos de menos. Ese tiempo en que éramos todos uno y nos unía el mismo objetivo, y era para todos el mismo consuelo en la espera, acurrucarnos los unos junto a los otros para transmitirnos el poco calor de nuestros cuerpos en la fría noche futbolística. Solo en la auténtica fortaleza la debilidad transitoria sirve para crecer, para incrementar incluso el dominio sobre el entorno y el propio destino. Ayer ni siquiera hubo tensión. Una victoria que ya no supo a sorpresa, con el paladar hecho a lo que hace bien poco se decía imposible. Instalada en la normalidad de lo inevitable, la victoria de ayer empieza a poder ser explicada y a convertirse en vaticinio retroactivo en las columnas de opinión de los más listos de la clase. En el fútbol sólo hay inercias en las explicaciones de los periodistas, la realidad muta sin previo aviso para algunos, porque sólo despojándose de deseos personales, afiliaciones, fobias y banderías pueden advertirse los indicios del cambio.

Volvió a sorprendernos Mourinho, al menos a quienes sabemos más bien poco de la ciencia en que es maestro. No tuvo que elegir entre los tres centrales disponibles. Los usó todos. Ramos y el chico maravilla atrás, en su posición teórica, y Pepe en la misma que antaño, cuando era el centinela en la noche del madridismo, cuando los golpes los recibíamos en la oscuridad y el fútbol se convirtió en algunos momentos en un acuchillarse cuerpo a cuerpo en las callejuelas estrechas y oscuras. Y, a toro pasado, tiene su lógica. La cualidad más importante del gran Barcelona de los últimos años ha sido su capacidad para recuperar el balón en un suspiro, a menudo en situación mucho más ventajosa que en el momento previo a perderla, con el contrario iniciando la salida de la cueva, dejando huecos tras de sí por los que poder filtrar su juego, más líquido que sólido. El Barcelona inundaba el campo y batía como el mar en la playa de la portería contraria., con mareas paralelas a la línea de costa que conducían el balón de una a otra banda e iban inundando el espacio del contrario, que acababa no haciendo pie y encajando el gol, casi como una lógica consecuencia del devenir del cosmos. En ese contexto, el Madrid tardó un año en encontrar tierra firme sobre la que poder afirmar los pies. Ayer,  a falta de Khedira, que pudo tener casi una hora de descanso de cara al partido en Manchester, Pepe sirvió para dar solidez al medio campo madridista, y tuvo todo un partido completo para adelantar su puesta a punto de cara a las finales. Decisión genial del portugués, que no sólo domina la estrategia sino también la táctica y la logística.

En el otro bando, con el puesto de medio centro organizador en sede vacante, Iniesta tuvo que hacer de Xavi, ausente por lesión, y manejar a su equipo. Pero nadie pudo hacer de Iniesta y el equipo blaugrana se volvió previsible, en especial con un Messi que cada vez propone menos y está más centrado en su labor de finalizador. Antes Messi era el encargado de abrir las defensas contrarias, iniciando la jugada con sus acciones fulgurantes, tomando atajos cuando los caminos estaban demasiado transitados. Una amiga mía, adicta por completo a Messi, consideraba a Pedro como un parásito del jugador argentino, que se aprovechaba de los espacios que él creaba, cuando no remachaba los goles que había dejado a medias. Ahora es quien se encarga de cerrar la jugada, involucrándose poco en el proceso creativo, teniendo al resto del ataque a su exclusivo servicio. Si acercar a Kaká al área contraria supone en buena medida eliminar lo superfluo, la excesiva conducción, además lenta para la velocidad del juego madridista, el poco desborde cuando se ve encimado por varios contrarios, hacerlo con Messi es casi pecado, porque la ilógica que imprime al juego, la anarquía, la impredecibilidad en suma, apenas puede ser suplida por la que insufla incluso un Iniesta pletórico. Mucho menos si ha de asumir las labores burocráticas de las que habitualmente se encarga Xavi Hernández. No obstante, no es el uso distinto de los tres grandes canteranos lo que tiene al Barça en bajamar, con la línea donde baten las olas tan lejanas del área contraria; con ese tiqui-taca en propio campo, a veces con el propio Valdés participando en los rondos, sino la falta de músculo, de negritud, en el medio campo. Voló del nido antes que nadie Touré Yayá, jugador que no se sentía valorado en el Barcelona al nivel que merecía. Y creo que tenía razón. Sobre sus hombros descansaba buena parte de esa labor de recuperación rápida del balón. Era mucho más fácil con su concurso. Y tal era su despliegue físico que, una vez hecho a la tarea y, con él, toda la media blaugrana en torno suyo, fue capaz incluso de empezar a prodigarse en el área rival y marcar goles.  No es Busquets, el "Quitanieves", el pilar fundamental en la recuperación temprana del esférico. Más bien actúa como un retén de reserva que acude a aquel punto del terreno de juego donde está el balón para crear superioridad, apoyar a quienes están en un apuro o simplemente cerrar brechas. Y si la marcha del jugador de Costa de Marfil rumbo al Manchester City redujo la fortaleza del Barça en la línea medular, la salida de Seydou Keita la pasada temporada le hizo asomar las costillas de tanto que adelgazó. Había mucho morro en la plantilla culé, fue la confidencia que Busquets le hizo a Marcelo en mitad de aquel partido. A la larga las cosas se entienden porque llega una explicación coherente.

Fue gracias a la negritud de Khedira por lo que el Madrid pudo ver tierra firme al fin en sus enfrentamientos con el Barça. Porque Sami no sólo es retén de reserva, como Busi, también es negritud plena como los medios centros que antes tenía el Barça. Hasta entonces, hasta la llegada de Khedira y su engranaje en el equipo, el único camino del triunfo fue el caminar sobre las olas de Cristiano, el convertirse por un instante en pavesa, para volar a merced del aire y ganar una final de un testarazo, antes de entrar en contacto otra vez con la superficie del agua y apagarse. Fue el milagro de convertir el mar de Galilea en superficie sólida por un instante, pero también después una ingente labor de ingeniería, al diseñar Mourinho ese dique de contención flotante que dio a toda Europa la pauta de cómo se podía ganar al Barcelona. Ya lo ensayó en el Inter, aunque aquello fue más Numancia que Montecarlo. Atrincherados en su área, con las vías de agua en las bandas tapadas de cualquier modo, incluso con el bueno de Eto'o a modo de plancha de acero soldada sobre la brecha, los interistas de Mourinho lograron acceder a la final de la Champions -en la edición en que luego serían campeones-, el año previo a la llegada del entrenador portugués al Real Madrid. Sólo los aspersores lograron inundar el campo una vez concluido el partido, cuando ya no tenía propósito alguno, salvo para darnos un precedente a la posesión diabólica del cuerpo de Valdés. Al final de su primer año en el club merengue, Mou ya había conseguido armar con el equipo un dique flotante, como el que FCC le construyó en Port de d'Hercule al principado monegasco. Dice el libro de estilo de Florentino que jamás recurrirá a los servicios de su propia constructora para aquello que el club necesite. Por eso se entiende que para darle una solución al grave problema madridista, Mou haya aplicado procedimientos de la empresa de las Koplowitz. El equipo al completo se deja mecer por las olas blaugranas, basculando de derecha a izquierda, y vuelta, según la posición del balón. Y si en la final de Copa de hace tres años hubo también que rezar y situar sacos terreros para que el mar no inundara la explanada portuaria, en el partido que decidió la Liga de la temporada pasada, en pleno Nou Camp, donde el mar se supone que tiene mayor calado, toda la estructura flotaba sin percances en ese mar achicado que ya empezaba a ser el Barcelona, con Khedira constituyendo el esqueleto de acero corrugado del enorme volumen de hormigón armado. Mou, gran ingeniero, además de psicólogo, diseñó y ejecutó toda una infraestructura mental y física usando como materia prima la voluntad de su plantilla. Una obra que, a la postre, ha acabado derribando el primer gran mito futbolístico del siglo XXI.

Si el martes pasado el Madrid ganó por primera vez, en los tres años que Mourinho ocupa la cátedra madridista, una cabeza de playa en el medio campo; el sábado se limitó a ver batir las olas sin fuerzas del equipo blaugrana sobre sus botas militares. Con paciencia. Quizá demasiada y por eso se dejó empatar, Esperando su momento para certificar la crisis culé, que si no es gestionada con inteligencia en esta semana que empieza puede convertirse en un auténtico Appocalypse Blau, cuando todos sabemos que los bombarderos de la prensa han tenido como objetivo prioritario o único todo este año, también los pasados, el campamento del coronel Kurtz , a orillas de La Castellana.

Para sorpresa de muchos, mía el primero, ya no sólo se dice sin timidez que Cristiano es el jugador más en forma del momento, sino que se empiezan a escuchar opiniones acerca de la supremacía de la ideología mourinhista sobre la de la Massia y los herederos de Guardiola. Ya se analiza su comportamiento al detalle, con lupa, al igual que se hizo con el de CR7, para explicar las victorias madridistas dentro del paradigma del "buenismo", los valores, los modales y el estilo. No poner los codos en la mesa de la comida tarde o temprano llegará a ser argumento futbolístico. Mou se está redimiendo para algunos de sus pecados. Tres avemarías y tres padrenuestros como debida penitencia, tras confesarse con el párroco de la COPE en una entrevista exclusiva, y podría ser un hombre nuevo; con pasado pero sin mácula. Y quién sabe si camino de los altares, que a Dios le gustan los pecadores arrepentidos... Robar y correr es como define Relaño el juego que propuso Mou para instaurar una nueva era. Robar para devolver lo sustraído enseguida, ya sea en el área contraria o en el mismísimo punto de medio campo tras un gol. Robar para adueñarse de la propiedad del balón era la propuesta de Guardiola en la era que ahora acaba. En la que el Barça ha practicado la usura con los contrarios, incluso con el Real Madrid. Cesión a altos intereses, dar para recibir a cambio mucho más de lo que se dejó.

Jesús perdonó al ladrón que estaba a su diestra en plena Pasión, en el Monte del Calvario. Relata San Lucas en su evangelio cómo Cristo le hizo saber al buen ladrón, arrepentido en su último trance de todas sus fechorías, que antes de acabar el día estaría con él en el Paraíso. ¿Llegará a tanto la prensa en su pasión particular, en este momento de tormento con la ascensión madridista y el descenso a los infiernos de las cifras de ventas, y perdonará al san Dimas de la liga española? En plena crucifixión, Guardiola apartó su mirada de la prensa, y ahora mora en el averno alemán, lo que para los romanos era el confín tenebroso del mundo, entre brumas y bosques, entre bárbaros y brujas. Quizá antes de que acabe la temporada Mourinho more en la casa del padre Relaño, a su diestra, como estuvo con el hijo, junto a los santos periodistas, como el jesuítico Segurola, vasco de raigambre y soldado de la Iglesia Bielsa; san Diego Torres, patrón de los imposibles; el cura Lama y su limosnero, patrón de los pobres, sobre todo de espíritu; y todo el santoral de la prensa al completo. Porque sé que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados que señala la prensa, el de pasar por el aro de los periodistas o que éstos se avengan a admitir la evidencia cuando les salpica la mirada de forma insolente. Se que tras tres años de pasión, aunque Mou nunca renegará de lo hecho, llegara su redención. Quizá cuando ya more en el otro mundo, en algún club de la Premier. Aunque también espero la resurrección de los muertos -Marcelo, espabila- y la vida del mundo futuro, que pasa por volver de Manchester aun vivos y con Mourinho para muchos años. Amén.

1 comentario:

  1. Fantástico, como siempre. Un lujo poder leerte. Sólo espero que mañana se confirme la buena inercia, que, llegue esa victoria en Copa de Europa que nos plante firmemente delante de los otros aspirantes y que tanto necesitamos y, que, de una vez, nuestros gordos adelgacen.

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