miércoles, 12 de diciembre de 2012

El Fútbol y sus aledaños (54) - Chin, chin, Chitalú



Chin, chin, Chitalú

En menudo enredo nos hemos metido. Y todo por querer hacer trampas en nuestro propio solitario. Ya lo sabemos todos: Messi es candidato único desde hace tres años en la concesión del Balón de Oro, premio que concede la revista francesa France Fotball. Seamos francos, todos decimos que es un premio desprestigiado, pero nos partimos los cuernos cada otoño enzarzándonos en disputas dialécticas defendiendo a nuestros candidatos, como ciervos en berrea. Cuando tenía prestigio el asunto nadie hablaba de él. Ahora que aseguramos que no nos importa se convierte casi en tema único del orden del día. Bueno, gracias a Dios, ahí están Mou y Cristiano para ofrecer variedad en el menú del día. Mou es siempre fruta del tiempo. CR7, desde que se le supone peleado con Florentino y con un pie en el estribo del tranvía para emigrar a la Premier League, se ha convertido en menos apetecible para la prensa. Con más razón ahora, cuando llega la época de celo y nos enzarzamos entre nosotros para ganarnos el derecho a cubrir a las hembras de la manada, porque cuanto menos se le mencione menos candidato al galardón lo creen algunos. Y todos creemos tener motivos para dudar de la honradez en el fallo. Aquello de Raúl, un jugador que innovó en el Fútbol, se diga lo que se diga. Su gol de palanca, si no lo inventó él, llevaba un par de generaciones al menos sin verse. Fue un futbolista que sobrevivió a sus limitaciones, físicas que no de calidad como se nos quiere vender, y que triunfó incluso, porque llevaba el juego impreso en su cerebro y sabía dominarlo desde dentro. Mientras fue rabiosamente joven y tuvo cierta velocidad y capacidad de reflejos, fue hasta un crack. Después el ocaso fue largo y más bien gris, y dio la impresión de ser una estrella enana marrón, de esas que nunca "rompen" a lucir con fuerza, cuando lo cierto es que en sus primeros años fue una nova gloriosa que tiranizó con su luz todo el firmamento futbolístico hasta opacarlo. En el año que debió ser para Raúl, en 2001, se concedió el premio a Michael Owen, un falso delantero centro, media punta con mucha llegada, capaz de rematar en el área chica, pero también de irrumpir desde atrás en velocidad o combinando, de pequeño formato en lo físico, y esa es la clave, que le impedía disputar el balón con los centrales en los córners para rematar de cabeza. Este tipo de jugador, con clase, que combinan una elevada capacidad técnica con una endiablaba velocidad, más que la velocidad aceleración, y que tienen un modo nervioso de sentir y hacer sentir el fútbol, que los hace imprevisibles, están inventados hace muchos años, por más que los nuevos popes del Fútbol nos quieran hacer creer que es un elemento más del nuevo paradigma que nos proponen. Owen tuvo un lapso de vida incluso más corto que Butragueño, la auténtica supernova del cielo balompédico, otro gran jugador al que el Balón de oro dio plantón, aunque llegarán a citarse en los medios de comunicación. Quizá era menos radiactivo, peligroso, que El Buitre. El caso es que logró ganar por la mano a Raúl y llevarse el gato al agua cuando todos creíamos que por primera vez el premio iba a hablar en castellano.

Los blaugranas también tenían sus ejemplos cuando interesaba poner sordina al ruido mediático que causaba la entrega del Balón de Oro porque había muchos ganadores en la plantilla merengue. Así, Fabio Cannavaro lo habría ganado siendo para ellos un reconocido tuercebotas. Y convengamos en que su temporada en el Real Madrid no fue para tirar cohetes, que hasta cierto punto lo que mostró en el Bernabéu les daba algo de razón, pero es que el napolitano venía de ganar un mundial de selecciones con Italia, de la que era su capitán y principal baluarte. Un mundial en el que Italia fue sobreviviendo a duras penas, eliminatoria tras eliminatoria, hasta ganar la final. Algo muy típico de la squadra azurra, que siempre es favorita, esté como esté y haga lo que haga, mientras se mantenga en la competición. Quizá el lío en todo esto se deba a que los criterios que se utilizan para conceder el premio son un arcano más del Fútbol. Nadie se pone de acuerdo de cuáles son los requisitos que debe reunir un ganador del premio. Siquiera en qué variables hay que poner el ojo para decidir en base a los datos estadísticos. La cosa se complica aún más porque, a falta de una unificación de criterios, de un año para otro la gente invierte el signo de sus razonamientos según la haya ido durante el año a sus candidatos recurrentes. El candidato único, esto es, Messi, unas veces lo es porque ha ganado más títulos que nadie y otras porque, habiendo tenido poca cosecha, es simplemente el "más mejor". Vaya por delante mi declaración de que estoy de acuerdo con que haya sido el ganador en los dos últimos años, lo mismo que ahora pienso que quien se merece el premio es Cristiano Ronaldo. Mis reticencias con Lionel Messi no radican en su calidad. Estoy dispuesto a aceptar que es el mejor jugador del mundo ahora mismo. Me parece, como poco, más que razonable la propuesta. Tampoco en que sea el principal y, a veces, el único argumento para la excelencia del Barça. Partidos en los que los culés parecían batidos, incluso que los estaban bailando, los ha solventado este jugador en tres arreones. No, si tuerzo el gesto cuando me hablan de Messi es porque además de lo anterior me quieren vender que se trata del yerno ideal, dechado de virtudes, que es un Marcelino pan y vino, con inocente y humilde corazón que aun no ha dejado atrás la infancia. En el año de la tripleta de la Massia, en que los culés se postulaban por Xavi Hernández, que añadía al agasajo de lo barcelonista el olorcillo independentista o, al menos autonomista, y los madridistas lo hacían por Iniesta, la opción menos dolosa y les hacía sentir en parte ganadores a través de la Roja, yo convine con el jurado en que el argentino era el justo ganador. Si aquel cerraba un año prodigioso del Barça era por culpa del jugador de Rosario. Iniesta había estado la mitad de la temporada lesionado, por lo que un galardón individual, a pesar de su gol a Holanda en la final del Mundial, me parecía no del todo merecido. En cuanto al de Terrasa, el principal argumento esgrimido por sus defensores no merece muchos comentarios. El premio se concede al mejor jugador en un año natural, no a una trayectoria. Si fuera así habría que volverse a postular por Butragüeño, Raúl y tantos otros.

Pero este año venían mal dadas, aunque los momentos de penuria se hayan finalmente superado y hasta Platini haya dejado bien claro que para él también es el candidato único. Sin torneo de selecciones y con mal recuerdo en el resultado colectivo e individual en el último, la Copa América de 2011, en la que argentinos y brasileños rozaron el ridículo. Lo rozaron o le dieron una buena cachetada, no está del todo claro. Sin apenas trofeos de club que echarse a la boca, por culpa de un Real Madrid en alza, que solo los árbitros y el cansancio, más psicológico que físico de la lucha contra todos, habían frenado. Y, además, lo que hace lo anterior incluso secundario, con un Ronaldo exultante, arrancaba esta temporada con muchas dudas en cuanto a quien era no solo el mejor del ejercicio sino el auténtico líder, el boss del planeta Fútbol. Cundía el pánico en las redacciones. Más en las de Madrid que en las de Barcelona, que son muy creyentes de su paradigma. En la lógica progresión del Real Madrid de Mourinho, esta temporada tocaban dos o más títulos, ya llevamos uno, y un reconocimiento mundial a su jugador franquicia. En los peores momentos se llegó a barajar con seriedad la opción Falcao, como mal menor, como remedio paliativo. Recordemos que, a pesar de que para Guardiola la clave del eufemismo estaba en el color de la bebida, la Central Lechera tiene copados buena parte de sus puestos clave por atléticos reconocidos. Radamel no solo prometía la frustración del enemigo sino una cierta satisfacción propia. Modesta porque es bien sabido que los atléticos prefieren las derrotas madridistas, en especial con el Barça, que las victorias rojiblancas. Así de suyos con ellos. Si al Atlético se le apoda El Pupas es sobre todos por los castigos autoinfligidos.

Pero, mira por donde, esta temporada el Barça ha arrancado mucho más fuerte que el Real Madrid, al menos en lo que obtener puntos en la Liga se refiere. De repente este campeonato ha recuperado su condición de baremo para medir el grado la excelencia de los equipos, tras un paréntesis de exactamente un año, fíjate tú que casualidad, lo caprichoso que es todo en el mundo del fútbol. La Supercopa está olvidada y enterrada. Se la ganamos al Barça viviendo de la playa, y en el mismo lugar donde nos tiraron abajo el castillo de arena la hemos sepultado. Ha habido un largo suspiro de alivio en la prensa, tras el cual se han puesto manos a la obra. Tres meses tres de campaña publicitaria a favor de Messi en los cuatro principales diarios deportivos de España. También en otros medios. Al entrar en las versiones digitales de AS y Marca estas últimas semanas lo primero que te preguntabas era si habías accedido por error en la web personales de Lionel Messi. En un brianstorming -se lo oí utilizar este término a De la Morena en un podcast de @RichardDees, así que me imagino que usan mucho esta técnica- a alguien se le ocurrió que, en ausencia de  méritos colectivos había que potenciar los exclusivamente individuales. A mí esta brillante idea me parece un rayo con el trueno muy distanciado, o sea, una tormenta que descarga muy lejos. Es precisamente lo que se intentó el año pasado para aumentar las expectativas de CR7. Y sus records, que los logró, unos cuantos a lo largo del año, causaron mucha hilaridad ente culés y antis. Este año, por lo visto, los récords son cosa seria, y chitón que estamos en mitad de una misa de los creyentes del paradigma. Como récord guinda alguien pensó en el número de goles en un año natural, también coincidente en el periodo de validez con el del premio. La misma casualidad de antes. Va a ser un patrón me temo. ¿Año natural o con trozos de fruta?, preguntaba en broma hace dos o tres días en Twitter, y proponía como recordman de la segunda opción a Klinsmann, que se decía que era un tanto fresa. Sobre todo la gente de su vestuario, que se negaba a compartirlo con él, muy en la línea de Michael Robinson, que entiende que el elevado nivel de testosterona de los futbolistas hace del todo imposible la homosexualidad en los vestuarios. El caso es que venimos asistiendo este último mes al logro de un récord anunciado tal como los clásicos asistieron al cumplimiento por parte de Heracles de las doce tareas que le encomendara el Oráculo de Delfos a través de la Sibila.

Pero, desgraciadamente, al asunto le ha salido un grumo muy grande y oscuro. Un tal Ucar Chitalú, que ha convertido lo que ya era ridículo en esperpéntico. Los 86 goles marcados por Messi en lo que va de año quedarían muy lejos de los 107 que el jugador de Zambia marcó en 1972. A ustedes les parecerá de chiste que se quiera comparar a Messi con un tipo del África negra pero, piénselo dos veces antes de decir nada en nombre de la corrección política. El asunto es esperpéntico se mire por donde se mire, sea cual sea el bando que se elija. No tenía claro si titular este escrito como lo he hecho finalmente o, quizá, "Yo Tarzán, tu Chitalú", que podría haber quedado redondo con una caricatura de Messi en taparrabos pronunciando la frase. Pero no soy dibujante. Además, me parecía que esta segunda opción podía dar lugar a equívocos, a que se me dijera que cojeo del mismo pie que Busquets. Quería resaltar sólo lo jocoso de todo esto. Y si lo es, la culpa radica en quienes han planeado esta campaña de marketing tan chapucera para que CR7 no sea el ganador del Balón de Oro, usando los argumentos que desestimaron el año pasado, cuando Ronaldo se convirtió en una máquina de marcar goles. Este año han sido menos pero más importantes. Y tampoco se puede decir que la cantidad haya disminuido de forma drástica. Ninguno de los 86 goles de Messi los ha marcado en una gran final. Ninguno lo ha encajado Casillas. Recordemos lo que se decía de CR7, que era incapaz de marcarle ningún gol al Barcelona. Pues este año han sido unos cuantos. Exactamente 6, dos más de los que Messi ha marcado al Real Madrid en el año natural descremado. Chatalú no tiene ninguna responsabilidad en este embrollo, y tanto respeto merece por nuestra parte como el que exigíamos a los franceses cuando pensábamos que Raúl y El Buitre eran los vencedores morales del Balón de Oro. Que apechuguen con el problema creado los que han perdido el norte con sus ansias de perjudicar a toda costa al equipo blanco. Esos mismos a los que les daba igual que Müller hubiera establecido su récord, el que presuntamente habría batido el argentino, en menos partidos y con una mayor trascendencia, porque sirvieron para obtener títulos en torneos de clubs y de selecciones. Esos que se han olvidado de los récords de Pelé, que han mirado para otro lado cuando se falseaban actas arbitrales para conceder a Messi goles de otros jugadores, hasta alguno marcado en propia meta por un rival. La leche que nos suministra la Central Lechera debe tener Omega3 o algún otro elemento que altera su color. Además sabe muy amarga. Habrá que ir pensando en cambiar de eufemismo con carácter de urgencia. O en calentar la leche para que se disuelva por completo el grumo. ¿Que no? Verán como son capaces.

Artículo de Juan Ignacio Gallardo para Marca sobre Ucar Chitalú

Contestación al comentario de CHJ del 13/12/2012

En realidad estoy de acuerdo con tus dos matizaciones. Quizá en el momento en que hablaba de Rául se me ha ido la mano en el tono burlón de fondo con que escribo estos artículos y ha dado la impresión de que no valoro a este jugador. También es verdad que el recuerdo de los futbolistas a menudo está deformado por una última etapa mucho menos brillante. Le pasa a los dos canteranos madridistas que menciono en el artículo, a Butragueño y a Raúl. El primero para mí es el mejor jugador que yo haya visto. Ver los vídeos de Youtube con las recopilaciones de sus goles me lo confirma. El caso de Raúl para mí es diferente, usaba más el talento y la astucia que otra cosa. La velocidad de su cabeza era muy superior que la de su físico. Al principio no había casi desfase, pero a medida que pasó el tiempo la brecha se fue abriendo hasta verle fallas casi todo lo que su mente ideaba. Siempre pongo como ejemplo de lo que era este jugador el gol el Old Trafford a pase de Redondo. En un momento del partido, casi como si se hubiera producido un fenómeno paranormal, Redondo apareció teletransportado a una zona del campo que jamás pisaba, el entorno del banderín del córner del campo contrario. A la extrañeza que eso produjo se sumo un regate que o era nuevo o hacia mucho tiempo que no se veía en un terreno de juego, de espaldas y con el tacón. El estadio se congeló por entero, el público enmudeció y los jugadores de ambos equipos quedaron desconcertados. Salvo uno, Raúl, que a otro velocidad diferente a la del resto, con los biorritmos acelerados, se le vió correr como un poseso para darle a Redondo una opción de pase.

En cuanto a Snejder, en 2010 mereció al menos estar en el trío finalista. Me temo que no tenía el glamour suficiente para que le dieran el premio, siquiera para la final. Es un claro ejemplo de que al dar el premio se miran mucho más los nombres que las actuaciones a lo largo del año. Imagino que a muchos entrenadores de "por ahí" no les sonaba mucho el chaval. Razón de más para no tomarse a broma a Ucar Chitalú. Cuando nosotros éramos, por así decir, una Zambia más del deportes teníamos algún que otro fenómeno, como Santana, Guillermo Timonel o Paquito Fernández Ochoa, del que mi padre, más acostumbrado que yo a ver a los españoles copar los últimos puestos olimpiada tras olimpiada, decía que el día que ganó la medalla se tiró de cabeza colina nevada abajo y el ángel de la guarda le impidió caerse o saltarse una puerta. Tuvo su día a lo mejor, como cualquiera puede tener un buen año, y lo justo es que se le concedan los premios a que se haga acreedor por eso. Messi es, además de un enorme jugador, una especie de fenómeno circense que lo distorsiona todo en torno suyo, empezando por las opiniones y valoraciones que se hacen de su juego y sus contrarios. El año de Snejder se vio eclipsado por esto y por las ganas de homenajear al Barcelona y su "filosofía". Me temo que también hay adictos al paradigma entre los directivos de la UEFA.


1 comentario:

  1. Muy de acuerdo con la exposición, pero si discrepo en un par de detalles:
    - Raúl: de 1996 a 2004, aproximadamente, no sólo fue un crack, merecedor sobre todo en ese 2001 del Balón de Oro, sino que ha sido uno de los 3 mejores jugadores españoles de la historia. Luis Suárez, él y el tercero que lo elija quien quiera, pero no van a encontrar otro con su talento, su liderazgo y su capacidad para ser decisivo. Un grande del fútbol con todo merecimiento. En su debe sus últimos años desde 2004, momento en que debió empezar a plantearse su salida del Real Madrid adoptando un rol diferente en la plantilla.

    - Balón de Oro 2010: Hubiera sido justo si lo hubiera ganado Sneijder, tras una muy buena temporada, 5 títulos con el Inter y finalista de un Mundial, de la que fue el mejor y el lider, que no campeón por el acierto de Casillas en el 1x1, verdadero artífice del título, y no los que nos han vendido.

    Saludos.

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