miércoles, 29 de febrero de 2012

Cine y TV (53) / Centauros del desierto - The Searchers - John Ford


Centauros del desierto - The Searchers - John Ford

Centauros bien puede considerarse como una obra cuyo crecimiento corre paralelo al mío. Cuando era niño era habitual su programación en la entonces única cadena de televisión, y entonces era considerada simplemente como una obra de entretenimiento, como una de indios y vaqueros. Pero ya entonces tenía algo que fue arraigando poco a poco en nuestros huesos, algo que fue percolando gota a gota en el corazón y en la memoria. Historia de planteamiento y desarrollo aparentemente simple, guardaba oculto en su sencilla trama múltiples secretos, una historia de amor rodeada de espinas, que floreció ante nuestros ojos tras muchos visionados, como brota una flor de cactus en medio del desierto. Aguas que parecían someras y tornaron de gran calado. Y como ocurre siempre, una vez desvelado el secreto pareció evidente, como si siempre hubiese estado a la vista de todos a la clara luz del día.

Rodada con cierta sencillez, con escenas en las que lo normal es que haya pocos personajes en el encuadre, con un tono intimista aunque casi todo el metraje se desarrolle en exteriores, unas veces en ambientes naturales, como el Parque Nacional de Utah Monument Valley (Utah) y otras en plató, con decorados que simulan paisajes. No es "The Searchers" la clásica obra coral de Ford, aunque, como siempre, destaque el magnífico rendimiento que le saca a los personajes secundarios. El año de su estreno tuvo una relativa buena acogida del público y cosechó algunas criticas aceptables de los expertos. Llego a estar considerada como una de las 20 mejores películas de aquella temporada. Sin embargo, a pesar de este planteamiento aparentemente modesto, de sus inicios titubeantes, su prestigio no ha dejado de crecer año a año desde entonces, ocupando ya en 2007 el puesto décimo segundo en la lista de mejores film de todos los tiempos elaborada por el American Film Institut, siendo considerada en 2008 por este mismo organismo como el mejor western de la Historia del Cine. En los últimos años nunca falta en las listas que se elaboran de mejores films, siendo cada vez más frecuente que determinados críticos o profesionales, como por ejemplo Spielberg, la señalen como su obra preferida. En todo caso, ya nadie duda de que se trata de una obra importante, de la talla de Ciudadano Kane u otras ya reconocidas antes como obras maestras del realizador de origen irlandés. Hay que tener en cuenta que "Centauros del desierto" ha tenido que desbancar para lograr el título honorífico de mejor western de siempre a otros film de Ford de enorme prestigio, como "La diligencia", "Fort apache", "La legión invencible" o la crepuscular "El hombre que mató a Liberty Valance".


Centauros del desierto - Comienzo de la película 


Centauros del desierto - Escena final de la película

La película narra un largo paréntesis en la vida de un hombre abocado a la más absoluta soledad, por temperamento y las circunstancias, durante el cual accede a acercarse a quienes le quieren. Y aun durante ese paréntesis su relación real con familia y entorno será muy esporádica. Tras los título de crédito, en la primera escena vemos abrirse una puerta desde dentro. La cámara está en el interior de una casa, a oscuras. En el rectángulo de la hoja de la puerta se dibuja un paisaje extenso. La cámara sigue a una mujer, que se asoma al exterior y accede al porche de la casa. Se queda quieta allí viendo acercarse un jinete, que avanza muy despacio, como si la suya fuese un viaje que viniese. En realidad lo es. A través de un paisaje desolado que se supone el Texas de 1868 aunque, como ya hemos dicho, la película fuera rodada en Utah. Toda la familia sale a recibir al jinete. En un lugar tan inhóspito la llegada de un forastero es un acontecimiento o una amenaza. Y el viajero resulta ser Ethan Edwards (John Wayne) , veterano de la Guerra de Secesión, integrado en el bando perdedor. Han pasado tres años desde que acabara y aun viste el Uniforme Confederado. Y es importante este dato por doble motivo, como ya veremos más adelante. Tras saludar con un quizás frío apretón de manos a su hermano, besa en la frente a su cuñada y abraza uno por uno a sus tres sobrinos. Han pasado 8 años desde la última vez que le vieran y es recibido como si se hubiera marchado ayer, sin grandes efusividades, es cierto, pero con la más completa normalidad, como si su marcha se hubiera producido la víspera. Acceden todos a la casa y comienza el relato.

Esta escena que acabo de relatar tiene su simétrica en los instantes finales. Vuelve a ser recibido en el exterior, aunque de otra casa, la que sustituye al hogar destruido de los Edwards, aquella en la que vive el Sueco y su familia. Y mientras se escucha la canción que da nombre a la película, tal como en el inicio, los personajes entran en el hogar uno a uno, en una de esas coreografías Fordianas. Salvo Ethan, al que vemos dar media vuelta justo cuando se haya en el umbral, y alejarse con la cámara situada ya en el interior mientrasla puerta se cierra sola, desapareciendo el paisaje y el viajero, cerrándose el paréntesis que se iniciara dos horas antes en el tiempo del metraje y 5 años atrás en el tiempo del relato. El personaje ha de volver a su vida de nómada solitario. No tiene cabida entre gente civilizada y lo sabe. Es un  nauyequi, alguien que un día está aquí y otro allá, que vaga con el viento, como los apaches a los que ha estado persiguiendo. Quizás haya sentido la tentación por un momento y por eso se haya acercado al umbral, pero su vínculo con el mundo murió asesinado en el inicio del relato. Queda la semilla, a la que deberá alejar de sí para que germine. Está en su naturaleza amar, aunque el odio haya acabado por acaparar todo el espacio de su corazón tras tanta derrota. Se trata de uno de los finales más emotivos, poéticos y logrados de la Historia del Cine, cuyo valor se acrecienta incluso si se tiene en cuenta la escena que abre la película.

Ethan sufre esa enfermedad del alma llamada autoexclusión. Pero la soledad que busca, en la que se siente cómodo, tampoco le procura la felicidad. Su carácter es amargo, hosco, incluso egoísta, bronco en ocasiones, poco dado a aceptar la ayuda de los demás. Menos su consejo o las órdenes de otros. No tiene paciencia alguna, en especial para los errores de los demás. Solo atiende a su criterio, que siempre trata de imponer. Y es cierto que suele ser el acertado, pero la forma en la que se impone a los demás le resta ascendente ante los demás, que le respetan pero guardándole distancias. Al día siguiente de su llegada una partida de rangers de Tejas, todos voluntarios, gente de las granjas vecinas, llega al rancho del hermano. Persiguen una partida de indios que han visitado la hacienda del Sueco y le han robado ganado. Vienen a buscar a los dos hombres de la casa: Aaron Edwards, el cabeza de familia, y a Martin Pawley (Jeffrie Hunter) , el superviviente de una de las razzias de los indios años atrás y que, tras ser rescatado siendo aun un bebé por el propio Ethan, ha vivido en casa de Aaron como un miembro más de la familia. Condición que su propio salvador le discute por tener un pequeño "chorro" de sangre india. Apenas una octava parte, le dirá enojado en una escena de la película. Porque la guinda del personaje interpretado por John Wayne es su profundo racismo, fraguado en el odio adquirido tras años de guerras oficiales (con los yankees) y encubiertas (con indios y mejicanos). Ethan obliga a su hermano a dejarle ir en su lugar. Queda claro a lo largo del film que la palabra de Ethan es norma y su voluntad imperio. Flota en el ambiente la posibilidad de que los indios que han visitado a los Jorgensen sean los temibles apaches, que solo ven satisfacción en matar, y lo lógico es que Aaron se quede en casa protegiendo a los suyos. Su obligación, tal como señala Ethan, en un tono que parece esconder cierta cantidad de reproche.

Al cabo de unas horas de persecución la partida encuentra el ganado robado muerto y abandonado, sacrificado, asaetado por lanzas que son inequívocamente apaches. La mayoría del grupo se dirige a la granja de los Jorgensen, la más cercana al punto donde se encuentran. Ethan y el viejo Mose Harper (Hank Worden), que acudirán al rescate de los Edwards se quedan en el lugar para que descansen los caballos, ante la desesperación de Martin, que parte al galope hacia su casa una vez tiene claro que los otros dos piensan esperar un tiempo para reponer fuerzas. Enseguida vemos que Ethan una vez más tenía razón. Los dos jinetes superan a Martin, que camina en medio del páramo desierto arrastrando su silla de montar. Ha debido matar a su montura por exigirle demasiado. Suplica que le lleven, pero ninguno de los dos se detiene, y aun tiene que escuchar las palabras de Mose: "La próxima vez haz caso a tu tío Ethan". Cuando llegan al rancho es para ver la casa en llamas. No se indica de forma explícita cual es la suerte que han corrido los moradores, pero es evidente que los dos varones han muerto, padre e hijo, y que la la cuñada de Ethan ha sido violada. Algo aun más oscuro de lo que ya hemos visto hasta ahora se agita primero en el fondo del alma de Ethan y luego aflora a la superficie cuando ve el cadáver de su cuñada.


Centauros del desierto - La escena que lo explica todo


Pero vayamos al nudo. Durante una de tantas veces que vi la película reparé en algo. Transcurre durante la escena del clip situado sobre el presente párrafo. Justo cuando la partida de rangers va a reanudar la búsqueda de los indios cuatreros el hombre que los dirige, el reverendo Samuel Johnson (Ward Bond), queda rezagado del resto, que ya han salido de la casa, porque quiere apurar el desayuno que le han ofrecido. Cierra la puerta de entrada y cree quedarse solo dentro de la casa, libre para abusar de la hospitalidad de sus moradores y tomar otra taza de café y quizá más galletas. Pero se equivoca. Por el rabillo del ojo ve a Marta, la mujer de Aaron, que abraza de forma amorosa un capote. Inmediatamente pone cara de nada, elimina cualquier expresión legible de su rostro. Si por el fuera, si pudiera, se volvería invisible. Porque ha oído a sus espaldas los pasos de Ethan. Y mientras el apura la taza de café, justo tras de él, Marta y Ethan se juntan y se despiden el uno del otro, sin una sola palabra, pero con la ternura de quienes llevan años amándose. Parece como si el marido fuera él en vez de su hermano, pensé la primera vez que caí en la cuenta de todo esto.

Y los hechos, el romance entre ambos, es fácil de sustentar. Esa es la fuente de todo el odio que veremos borbotear de su corazón a partir de entonces. Persigue sin descanso a los raptores durante 5 años, pero no porque quiera liberar al rehén, sino por que busca venganza, matar a quienes han destruido lo único que ha amado en la vida. Más aun, Ethan a tardado tres años en regresar al hogar. la situación es evidentemente amarga. No se trata de una aventura sino de amor, de ese que te exige velar también por los intereses del otro. No puede reclamar a la mujer que ama porque sabe que no podría darle el hogar que le ha procurado su hermano, porque tal vez eso la obligaría a renunciar a sus hijos. Es un amor que se ha de callar, aunque por la actitud del reverendo intuimos que todos están más o menos al cabo de la calle. Aaron confiesa la noche de la llegada de Ethan que el habría querido irse de aquel lugar, pero que Marta se lo ha impedido siempre. Y añade: "Tú también [dirigiéndose a Ethan] podrías haberte marchado cuando hubieras querido. Pero no lo hiciste. ¿Qué razón te hizo quedarte?". Hay un recelo evidente en su pregunta, la de quien sospecha pero no se atreve a dar forma definitiva a su sospecha. Marta nunca quiso irse porque quería un darle un lugar de referencia a Ethan, donde pudiera regresar a buscarla, y Ethan jamás quiso renunciar a ese pequeño asidero entre la gente civilizada que ella le procuraba. 8 años pueden parecer mucho, pero no cuando se trata de amor, de ese que duele cuando no brota y crece hacia la luz y ha de refugiarse en sus raíces en el subsuelo.

Marta parece saberlo todo sobre Ethan. Cuando el reverendo le exige a Ethan que jure sobre la biblia lealtad a los rangers, este se excusa diciendo que no puede. Le pregunta si ha cometido algún pecado que le impide hacer el juramento. Al oir esto la cara de Marta es puro espanto y rompe la conversación en ciernes hablando de otro tema. Es claro que dentro de la narración ha yacido siempre este secreto, una historia de amor imposible, y a cada visionado que hago encuentro más detalles que lo corroboran, aunque hace tiempo que es una certeza. pero aun hay más. Un día se me ocurrió algo, una idea, que podía redondear la historia, que de hecho lo explica todo. ¿Y si la niña que Ethan busca durante 5 años junto a su medio sobrino, Debbie, es en realidad su hija?

Eso explicaría su reacción final. Toda la película tememos el momento en que recupera a la chica, el personaje de Martin nos lo recuerda constantemente: Ha jurado matar a la chica por que su rapto la ha convertido en apache, en un enemigo. En la escena en que la ven por primera vez, ya como una joven, les enseña las cabelleras de enemigos atesoradas por el hombre que la rapto, el gran jefe Cicatriz, y nos hacemos a la idea de que una de ellas es la de la propia Marta. Por supuesto Ford no nos dice nada al respeto, hemos de suponerlo, porque su estilo era sutil y en extremo elegante. Poético en las formas y profundo en los significados. En el doble sentido del término. Profundo en cuanto a su importancia y en lo enterrado que a veces nos lo mostraba dentro de las tramas. En las películas de Ford es recomendable indagar, lanzar hipótesis, porque es probable que descubramos elementos dramáticos que permanecen ocultos a los ojos, que juegan a esquivarnos, que demoran el momento en que lograremos conocerlos. Es cine para revisitar tantas veces como se pueda. Siempre habrá un paraje de la historia que caminaremos por primera vez en cada nuevo visionado. Cuando alza a la niña en la primera escena le hace saber su asombro al verla tan crecida, y la llama Lucy. Ésta le hace saber que no es Lucy sino Debbie y Ethan queda por un momento totalmente desconcertado. Ni siquiera la conocía.

Hagamos sumas. La Guerra de Sucesión duró 5 años, entre 1861 y 1865. A éstos habría que sumar otros 3, los que demoró su vuelta, quizás luchando en los ejércitos de proscritos nutridos por soldados confederados que se negaban a aceptar la rendición del general Lee. Eso explicaría que en la escena de la llegada aun luzca el Uniforme Confederado. 8 años es una edad que le cuadra a la niña. Quizá Ethan alargó el momento de su retorno acuciado, además de por su juramento a los Estados Confederados, también por la culpa de un amor prohibido al fin consumado justo antes de su marcha. Si a esos 8 años les sumamos otros 5, los que dura el rescate, tenemos una joven de 13 ó 14 años. Lo justo para ser mujer una mujer a los ojos del jefe Cicatriz, para que Ethan juzgue que ya es una apache más. A su impulso purificador nacido del puro odio racista solo se le opone su amor de padre. Quien dude de mi teoría que vea la forma plena de dulzura con que sostiene a la niña, a la adolescente, en el largo regreso a la casa de los Jorgensen. Solo alguien le ha podido arrancar gestos de ternura en la película, el personaje de Marta. Ahora Debbie se convierte en su sustituta, en su nuevo punto de referencia, su lugar de retorno recurrente dentro de la civilización. Solo dejará de sostenerla entre sus brazos cuando le legue su custodia a la mujer del sueco. Luego lo que resta de la historia es completamente lógico. una vez sabe que lo que ama está a salvo, en un lugar al que puede acudir cuando quiera o lo necesite, se marcha y la puerta se cierra tras de él.

Sostiene el tópico que John Wayne no era un buen actor, pero que su presencia llenaba la pantalla. Los tópicos suelen ser verdades tan recurrentes, dichas tantas veces, que se deforman al pronunciarlas, o bien mentiras que la pereza impide desenmascarar. El tópico complementario sería que siempre interpretaba el mismo papel. Y sin embargo, en nada se parece Ethan Edwards a otros personajes interpretados por Wayne. Su desempeño en el film para mi se sitúa en la excelencia. Se nos llega a hacer odioso en muchos momentos del relato, en especial por su forma, despiadada a veces, de tratar a Martin. Solo esos momentos que ocurren en segundo plano, como el beso en la frente de Marta antes de partir, nos explican la verdad del personaje. Es lástima que el único Oscar que lograra en su carrera, casi a título honorífico, fuera por su interpretación de Rooster Cogburn en la primera versión cinematográfica de la novela "Valor de Ley", porque sin duda tuvo momentos mejores. Aunque está claro que se trata de un individuo, al viejo Sheriff tuerto me refiero, muy del agrado del público americano, porque a punto estuvo hace bien poco de convertirse en el primer papel en procurar Oscars a dos interpretes diferentes.

El resto del casting está repleto de habituales en las películas de Ford. Aunque sea injusto destacar a alguno, no me resisto a mencionar a Hank Worden, cuyo personaje, Mose Harper, es un verdadero caramelo. Acostumbrado a situarse en el fondo del encuadre, a dar sabor al grupo por su extraño físico, tiene en "Centauros del desierto" momentos memorables, como cuando vende su lealtad, por otra parte ya asegurada, por un techo y una mecedora junto al fuego. es decir, por un hogar donde pasar el último tramo de su vejez, que ya aflora en sus huesos, como bien nos recuerda constantemente con sus cantinelas de loco. Y es que los locos saben la verdad de forma instintiva, y por eso jamás teme un desenlace cruel tras recuperar a la niña, por eso siempre está al lado de Ethan y acata sus órdenes, porque conoce el acierto de sus decisiones, aunque el revestimiento amargo de su personalidad haga reacios al resto a acatar esas órdenes. Memorable también es el momento en que la señora Jorgensen reprocha a su marido que reniegue de tejas y dice que algún día será un lugar hermoso donde vivir, aunque ello seguramente requiera abonar el suelo con sus huesos. "Fue maestra", le explica el Sueco a Ethan, a medio camino de la disculpa por el alarde de erudición y del orgullo de esposo por estar casado con una mujer instruida.

La banda sonora está a cargo de Max Steiner, uno de los grandes de la Historia del Cine, quien se inspiró en temas populares. El tema "Sweet Lorena", que cantaban los soldados confederados, inspira los momentos en que se nos habla del amor entre Marta y Ethan, aunque sea con voz susurrada. He incluido una versión de las muchas que he encontrado en Youtube de la canción original. El tema dentro de la banda sonora se puede escuchar taras acabar los títulos de crédito en el primer clip de la entrada. También incluyo el corte de referencia del personaje Scar y la canción con la que se abre y se cierra la película. Ride away, dice el estribillo. Nada más congruente con el personaje de Rthan, que cuando vemos el cartel de The End sabemos que ya ha montado en su caballo para marcharse todo lo lejos que pueda llegar de aquellos a quienes ama.

John Hatford - Sweet Lorena

Quizá no deba extenderme más en esta reseña, ya suficientemente larga, porque la película ya fue el motivo principal de dos entradas anteriores del blog y temo repetirme hasta el hastío de quienes me puedan leer. Por si a alguien le interesa son estas: 1.- El Umbral; 2.- Cine y TV (10) / Centauros del desierto.

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