sábado, 11 de febrero de 2012

Cine y TV (49) / Midnight in Paris - Woody Allen - 2011


Midnight in Paris - Woody Allen - 2011

Pudiera parecer a primera vista que Woody Allen pertenece al grupo de los grandes cineastas de antaño, con una carrera de largo recorrido, intensa en cuanto al número de films dirigidos, encadenando el rodaje de uno con el del siguiente, hasta crear un estilo propio a través de la experiencia, del aprendizaje sobre la marcha. Pero nada más lejos de la realidad. A Woody Allen se le ofrecen todas las posibilidades para que pueda tomar todas las decisiones, desde el momento en que la película es solo una idea, un esbozo de argumento, hasta que es puesta en manos de los publicitarios para intenten disuadir a la gente para que la vea. Los grandes de la historia del cine trabajaban dentro de una industria, casi podríamos decir que en una cadena de montaje. Sirva como ilustración el ejemplo de la película "¡Que verde era mi valle!", de John Ford, que espero poder comentar dentro de poco en el blog, si me armo de valor, porque temo incurrir en blasfemia sin querer al tratar materia cuasi-sagrada. Para empezar el director americano de origen irlandés tuvo que lidiar con el productor David O. Selnick, quien ejercía un control férreo de las películas a su cargo. El guión fue escrito por Philip Dunne, quien adaptó la novela de Richard Llewellyn, por lo que su participación en la narración se centró casi exclusivamente en el modo de contar la historia, la puesta en escena y la dirección de actores, con escasas posibilidades de modificar el relato. Pero aun hay más. En aquellos tiempos el montaje era una tarea encomendada a un especialista, que la ejecutaba bajo la supervisión del productor, sin que el director tuviera ninguna participación. Entonces, ¿cómo es posible que los grandes tuvieran un estilo tan definido? Al margen de la utilización de los mismos actores en todas sus obras, las películas de John Ford son inconfundibles, tan personales y claramente distinguibles del resto como las de Woody Allen, quien supervisa todos los aspectos de sus obras, en parte gracias a que no mueven grandes presupuestos y a su probada rentabilidad en Europa. Pero Ford quedaba excluido de gran parte del proceso de creación. He aquí algo sorprendente y que merece una reflexión.

Se clama por la libertad del artista y hay que recordar que la mayor parte de los genios de la historia del arte, en cualquiera de sus disciplinas, hubieron de trabajar supeditados a los deseos de otras personas, a veces con muy escaso margen de maniobra. Velázquez pintaba y sentaba cátedra en cada una de sus obras, pero quien elegía la temática de sus cuadros  era casi siempre su patrón, Felipe IV. Le reclamó un crucifijo para expiar sus culpas en una salida nocturna que podía traerle peligros a su alma, ya que entró en tratos carnales con una novicia de un convento, y lo que le reportó Velázquez fue uno de los Cristos más prodigiosos de la Historia de la Pintura. Dickens y Conan Doyle escribían folletines para los periódicos, porque ante todo lo hacían para ganarse la vida y debían adaptarse a la demanda de los lectores. El personaje más célebre del segundo era el que más detestaba pero el que más reclamaban los lectores del diario. Ya hubiera querido Ford gozar de la libertad que tienen los directores de cine en la actualidad, sobre todo en Europa, en el territorio del "yo me lo guiso y yo me lo como", donde Amenábar compone hasta las partituras de sus films y todas las películas de Allen, más europeo que americano, parecen calcos unas de otras. No tengo nada claro que si Ford hubiera sido un hombre orquesta sus obras habrían sido tan geniales.

Midnight in Paris - Escena inicial - Música: "Si tu vois ma mère" de Sidney Bechet

Vale, ya lo he dicho más o menos, mi entusiasmo por "Midnight in Paris" es muy moderado. En realidad se limita a los pocos minutos de metraje que anteceden a los títulos de crédito iniciales, con esas maravillosas vistas de París mientras suena la música de "Si tu vois ma mère" de Sidney Bechet. Una bellísima melodía interpretada con saxo por este músico de jazz de Nueva Orleans, nacido en 1897 y que fue contemporáneo de Josephine Baker, con la que compartió escenario en Paris, ciudad de la que se enamoró y en la que se quedó a vivir. Nada más acabar el mini-reportaje de la capital francesa, que dura lo que dura la canción, se inician los títulos de crédito, conprimer diálogo de la película con voces en off, como si hubiera prisa en entrar en materia tras el tiempo invertido en hacer que nos enamoremos del escenario de la película. Tampoco es que se trate de una innovación. Sin ir más lejos, y con menos glamour al tratarse de mi pueblo, José Luis Garci intercalaba minutos con planos de Madrid para encadenar escenas de sus dos películas policiacas: "El crack" y "El crack II", aunque no con música sino con sonido ambiente de la ciudad. Pero estos tres minutos y medio de jazz en que vemos a París a todas las horas del día, desde la mañana hasta ña noche, con un atardecer bajo la lluvia, justifican con holgura ver la película. Todo lo demás es un extra, que tampoco estorba, pero que no añade mucho, por más que el film esté nominado al Oscar. ¡Que poquito hay que hacer hoy en día para optar al premio!

¿Qué si me gusta Woody Allen? No, por ahí no me van a pillar. El director neoyorkino me gustaba muchos años antes que a la mayoría de los que están leyendo este post. Tuve noticias de él prácticamente al mismo tiempo que su debut como director, así que por ahí vamos mal. Me gustaba aquel Allen discursivo, que intentaba recrear en comedia el ambiente del neorralismo italiano o el cine introspectivo y angustiado de Bergman. Me gustaban aquellos guiones que eran una catarata de ideas brillantes, de chistes en apariencia inocentes pero que estaban plagados de espinas, de significados que se plegaban y se desplegaban como un abanico, insustanciales a la ves que profundos, solemnes al tiempo que divertidos. Incluso, ¿por qué no decirlo?, disfrutaba con el personaje que se había creado para sí en sus funciones de payaso, tal como habían hecho antes otros cómicos: Charles Chaplin con Charlot, Harold lloyd con Cara de Palo, etcétera. ¿Cómo no sonreír al recordar aquellos momentos brillantes de cine cómico? Como en "Toma el dinero y corre", con aquel recluso, bobo y genial, que esculpe primorosamente una pistola que parece real para poder fugarse, y hasta la unta con betún de zapatos para que parezca de metal cromado, pero que tiene la torpeza de hacerlo usando como material una pastilla de jabón y fracasa en su huida porque cuando está en mitad del patio de la cárcel comienza a llover. Pero es que todo cansa si se repite, y primero fue la reiteración, luego la creación de personajes que no se ajustaban a la edad real del director, después la búsqueda de actores que fueran capaces de imitarle. Habría que debatir que actor ha sido el mejor alter-ego de Allen en sus películas. Todo parece haber caído en la rutina en su cine. Hay un reciclar constante de ideas y esquemas. Ya se que plagiarse a uno mismo es menos pecaminoso, pero promueve el aburrimiento, tanto del creador como de quienes tratan de divertirse con las creaciones. Y es que a mi "Midnight in Paris" me huele a "Manhattan" por los cuatro costados. Como en aquella, se hace una especie de retrato de una ciudad y Allen trata de poner en orden su vida amorosa mientras frecuenta los puntos calientes y nodos de la red artística de la urbe. En este caso en el pasado. "Manhattan" es una obra menor que algunos consideran obra maestra. En todo caso tenía sus momentos brillantes. Algo que en "Midnight en Paris" no ocurre.

Catalogar a la película como comedia romántica me parece casi un sacrilegio. Comedia desde luego, aunque solamente recuerdo haber reido con ganas con el personaje de Adrien Brody, que compone un Dalí desternillante, aunque parte del crédito habría que atribuírselo también al doblador, que exagera el acento catalán, con una comicidad en los momentos dalinianos del film que no creo que puedan apreciar quienes vean la película en la versión original. Pero decir que se trata de una película romántica me parece como pulverizar camellos para que quepan por el ojo de una aguja. Gil, el protagonista de la película, visita París con su novia y sus suegros. Más que un noviazgo parece un matrimonio tras el séptimo año. Aunque nominalmente enamorados, lo cierto es que Gil e Inez apenas se soportan. Ella prefiere ir de compras con su madre a estar con Gil. Él prefiere vagabundear por la ciudad antes que salir a divertirse con Inez. En una de sus escapadas conoce a Adriana, de la que sabemos que se enamora nada más verla porque él mismo lo reconoce en una secuencia posterior de la película. Pero Allen no nos da un solo indicio de ese proceso, que si ocurre es sin que nosotros lo sepamos. Ay, el tratamiento que le da Allen parece sacrilegio al recordar la forma en que David Lean nos susurra al oido, solo con imágenes, que Zhivago y Lara se han enamorado, con un jarrón repleto de flores amarillas cuyos pétalos caen uno a uno como una lluvia que se demora para recrearse en el momento que vive, para recrearse en el sentimiento que nace. El mismo Ford nos explica la chispa del amor en "¡Que verde era mi valle!" con un cruce de miradas explicado en dos primeros planos, y con un lento reclinar la cabeza y mirar pudoroso hacia el suelo de Maureen O'Hara. No, lo que ha querido siempre Allen en sus películas, su clown, el que él interpretaba antes y ahora otros actores más jóvenes, es dormir acompañado. Nos lo explicó claramente en "Sueños de un seductor". Cuando Diane Keaton le da calabazas en "Manhattan" no tiene pudor en correr a la casa de Mariel Hemingway para no verse condenado a la soledad. Un personaje al que ha tratado como un felpudo durante la película, pero que ha sido su novia porque era un pibón, joven y dócil. Aquí ocurre algo muy similar. Cuando tiene que decidir entre Inez y Adriana, y puede que para algunos la elección sea fácil (We, c'est moi), opta por el producto francés. Pero a la hora de las decisiones firmes abandona también a la amante porque prefiere la penicilina al amor, es decir, al revolcón diario nocturno asegurado. Si el campo era un lugar lleno de bichos para su clown en una de las películas de Allen, París a principios del siglo XX es un lugar muy escaso de medicina moderna para el protagonista de "Midnight in Paris", por eso solo deja a Adriana cuando le dice que quiere quedarse a vivir en el París de principios del XX. Si hubiera habido una sola gota tan solo de amor... Pero da igual, al final del film, en la última secuencia, se quedará con la primera guapita de cara que pase junto a él mientras contempla el Sena desde uno de sus puentes. Es un personaje que habremos visto brevemente antes, guapa y joven, dócil, y que intuimos que se dejará arrastrar a donde él diga, tal como hacía Mariel Hemingway en "Manhattan".

Midnight in Paris - Banda sonora - Conal Fowks canta "You've got that things" de Cole Porter

Hay muchos diálogos en el film, todos en tono de falsete ya que se trata de un vodevil. La mayoría sirven para acosar al clown, al que atacan el resto de personajes del presente, como en todas las películas de Allen, que tienen en el autoflagelamiento del director uno de sus mayores alicientes. La anécdota de la película, la posibilidad de viajar al pasado, a otros momentos de la ciudad, durante sus madrugadas, permite a Gil conocer el París de los años 20, su momento y época soñada. Pero es una visita más bien anecdótica. Veremos desfilar por la pantalla a James Joyce, Scott Fitzgerald, Cole Porter, Hemingway, Picasso, Dali, Buñuel, Man Ray, Gertrude Stein, y muchos personajes célebres más, pero salvo la última, que tiene algún cometido específico en la trama, la presencia de todos ellos serán meros guiños al espectador, como verlos en una tira de Gallego y Rey, incluidos en las viñetas más para hacernos sonreír que para contarnos algo de sí mismos. En el breve paso por el París de 1900 será en tono más serio. Toulouse Lautrec, Degas y compañía estarán menos divertidos, porque es la escena clave para dar la patada a Adriana y hay que preparar emocionalmente al espectador. El mundo de las celebrities en París es sobre todo americano, además de colonial. Son gente que vive el lado lúdico de la ciudad sin mezclarse con su parte real. Tal como denunciaba Axel Munthe en "Historia de Saint Michel", todas las colonias de extranjeros viven aparte y forman clan. En "Mamma mía", ese espanto de película dirigida por Phyllida Lloyd, durante cuyo rodaje Meryl Streep debió creerse la reencarnación de Cyd Charisse, hay un grupo de griegos para dar color al decorado, para darle sabor local. Una función que podría haber ejercido perfectamente un rebaño de cabras.

Pero, bueno, tampoco hay que irritarse, y quizá parezca que yo lo estoy. La película tampoco aburre, por más que me igual, al menos a mí, lo que le pase al personaje. Solamente me quedé con las ganas de ver escarmentar al personaje del pedante. Hay mucho que apuntar en la columna de los pros: 1) Está Marion Cotillard, que también justifica por si sola el film. Rachel Adams no puede competir con ella porque no son justos los términos de la disputa. Mientras Marion luce vestidos de Coco Chanel ella va siempre en vaqueros y, aunque hay que reconocer que los llena y los luce, es poca metralla y luce además una horrible blusa de saldo de El Corte Inglés con las faldas de la camisa por fuera del pantalón. Siempre va de esa guisa y así no hay quien pueda con la francesa, a la que una vez más su dobladora le incorpora un acento francés ficticio. Tiene narices que Scot Fitzgeral hable un perfecto Castellano de Valladolid mientras que Adriana, el personaje de Marion Cotillard, tenga acento de falsa gabacha. Pero este es un absurdo ajeno a la voluntad de Allen; 2) La banda sonora del film es espléndida. Al final del post incluyo lo más llamativo, pero hay mucho más; 3) La chica que al final se queda el clown es lindísima; 4) El poster del film es bellísimo, la vista de un Paris que en el cielo se convierte en un cuadro de van Gogh; 5) La diseñadora de vestuario hace un trabajo excelente. En especial al vestir a la Cotillard, a la que he visto las rodillas por primera vez en este film, lo que ha sido toda una experiencia mística. Y además esta modista es española: Sonia Grande. Mire usted que bien; 6) Carla Brunni hace un cameo para que haya de qué cotillear al hablar de la película y en las giras de promoción; 7) Y, en definitiva, uno se entretiene y acaba sonriendo con ese final final en el puente, tras el que vuelve a sonar la música de Sidney Bechet, que te empuja a perdonarlo todo mientras escuchas llorar al clarinete, incluso a quedarte a ver los títulos de crédito finales para averiguar quien dirigió la segunda unidad. ¿Y si los planos de la escena inicial nos lo rodó Allen? Vale, lo dejo.

Midnight in Paris - Banda sonora - Joséphine Baker - La Conga Blicoti 

Midnight in Paris - Banda sonora - Francois Parisi - Ballad du Paris 

Midnight in Paris - Banda sonora - Enoch Light Orchestra - Charleston

PD: La película está nominada a los premios Oscar en las categorías de mejor película y mejor guión original. También en la categoría de mejor película. Y como ésta es todo Allen y nada más que Allen, es como si Woody optase a tres estatuillas. En los Globos de Oro han ido más lejos y han nominado a Owen Wilson, su alter-ego en el film. La cuadratura del círculo. Hasta cuatro opciones de premio. Veremos que pasa. Añadiré el resultado al post.

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