jueves, 26 de enero de 2012

El Fútbol y sus aledaños (28) - ¿Un puente demasiado lejano?

¿Un puente demasiado lejano?

Aquella noche en Eindhoven... "Ayer soñé que volvía a Manderley"... Ni siquiera se como empezar esta crónica. Noche de pesadilla, noche de soñar también, de recuerdos de batallas injustamente perdidas, de momentos paradójicamente de esperanza. Quizás era un puente demasiado lejano, que nosotros mismos habíamos situado tan alejado de nuestras posibilidades que se volvió imposible de conquistar. Ayer se decía que Mou dio una rueda de prensa tras el partido magistral, otros que estuvo en su línea habitual borde y desabrida. A mi, sinceramente, me pareció un hombre abatido, con esa falta de discurso en los momentos en que no te apetece volver a martillear los mismos clavos, repetir los mismos argumentos obvios, sobre todo tras una semana de tanta tensión. Se que se vendrá arriba, pero su marcha empieza a tener lógica. Nadie tiene tanta fuerza como para afrontar retos titánicos con la oposición de todos, quien sabe si también de gente de su equipo.

Empezó la semana o, mejor dicho, acabó la anterior, oyéndose pitos en el Bernabeu contra Mou. No los quise creer, no porque los juzgue imposibles o prohibidos, sino porque hace bien poco estuve en el estadio y la gente le trataba como a una estrella del rock. "Ha salido del banquillo", se oía decir en la grada y todos nos asomábamos al precipicio del tercer anfiteatro para ver al gran gurú. Quise pensar que los pitos se debían a la mezcla de cánticos de los Ultra Sur, que son los que marcan la pauta durante los partidos de cuando y que se corea. Pero no, los pitos iban dirigidos a Mou por, por su planteamiento cicatero en el partido de ida de los cuartos de final de La Copa. La prensa, con la que sostiene un pulso desde su llegada, que ve en él el primer rival en el banquillo del Real Madrid que le planta cara, y por ello lo odia, creyó ver brecha por la que asestar la puñalada trapera y se despachó con dos portadas indecentes, una la propia mañana del partido con el Athletic de Bilbao, donde el equipo se jugaba mucho, buena parte de La Liga. La segunda el martes, la víspera del gran duelo, con una portada en el As que solo puede considerarse como una falta de respeto, habitual por otra parte con Mou. Precísamente la gente, el gremio, que siempre lo exige es el que no es capaz de respetar a nadie. Era vergonzoso escuchar la radio hace ocho días, los intentos de redacciones enteras, la de La COPE y Radio Marca, por ejemplo, de ridiculizar a jugadores merengues, que podrán ser mejores o peores futbolistas, pero que merecen un respeto, sino de los aficionados, que a veces se dejan llevar por la pasión, al menos del resto de profesionales del ámbito futbolístico.

La cuerda estaba demasiado tensa, con reproches excesivos y bulos propalados desde las emisoras y las redacciones de periódicos, con la afición tal vez dividida, aunque en Twitter me cuesta recordar una opinión discrepante, con un reto excesivamente complicado. Ganar en el Nou Camp. Los veteranos en ver fútbol sabemos que hay una norma no escrita que le impide al Madrid lograrlo. Han de concatenarse demasiadas circunstancias a la vez: 1) Una situación de calma entre ambos clubs, porque allí siempre se ha permitido el ambiente prebélico, con agresiones desde las gradas a los jugadores blancos incluidas; 2) Un arbitraje que no barra bajo nuestros pies de forma demasiado descarada, que ya empieza a hacer falta tener memoria de elefante para poder recordar las veces que hemos salido de ese estadio atracados y hasta sin calzoncillos; 3) Un Madrid en estado de forma óptimo y con gran potencial futbolístico, además de acertado, porque lo normal es que el equipo se resigne a perder los puntos que allí se dirimen. El Madrid de Zidane fue capaz de ganar en una semifinal de La Champions, siendo infinitamente superior, y aun así lo logró por la mínima.

Tras el desembarco en Normandía, sin un puerto en sus manos con calado suficiente en el que poder realizar atraque de barcos de gran calado, los aliados apenas podían suministrar gasolina suficiente a sus tropas para que el avance de sus ejércitos fuera a un ritmo siquiera similar al de repliegue de las tropas alemanas. Eishenhower tenía dos gallitos presuntuosos en su corral que le exigían toda su atención y mimos: Patton y Montgomery. El americano, que lideraba las divisiones blindadas que eran la punta de lanza, vociferaba que sus hombres podían nutrirse del cuero de sus cinturones si hacía falta, pero que sus tanques necesitaban gasolina para avanzar. El inglés trataba de que ese suministro recayera en sus tropas, menos audaces, seguramente peor comandadas. Las desavenencias entre estas dos primas donnas venían desde los tiempos de la disputa de Sicilia a la Wehrtmacht. Como no se ponían de acuerdo y en vez de coordinarse preferían enseñarse los espolones, Eisenhower optó por que ambos le presentaran sendos planes para la conquista de Alemania para decidir cual era el más viable. Patton optó por el consabido "dame más gasolina para mis tanques, y antes de Navidades brindamos en Berlín". Lo cierto es que la mayoría de los días sus divisiones blindadas dejaban de avanzar por falta de combustible, tan rápido era el repliegue alemán. Monty presentó un plan imposible, pero muy lucido, con demasiadas variables como para que pudiera llevarse a buen término.

El que luego sería presidente de los EE.UU. optó por la propuesta inglesa, seguramente presionado por la idea de un escenario futuro en que ambas potencias dejaran de luchar coordinadas. Desairó a su compatriota y dio luz verde a la operación Market-Garden. Esta consistía básicamente en conquistar una carretera a través de Holanda que condujera a sus tropas hasta Alemania. Tomarla y defenderla, y garantizar al menos un puente para el cruce de los grandes ríos que se interponían en su camino. Había que capturar un puente sobre el Dommel en Eindhoven, otro sobre el Waal en Nimega y, finalmente, un paso sobre el Rin en la frontera con Alemania, en Arnhem. A este último se refirireron más tarde como "un puente demasiado lejano", mote que sirvió para dar título a un libro de Cornelius Ryan, el gran cronista del desembarco de Normandia, quien escribió el libro canónico sobre esta batalla colosal. Para capturar los puentes antes de la llegada de la infantería Montgomery sugirió utilizar 3 divisiones de de paracaidista. La mayor operación aerotransportada de la historia, que por sus resultados marcó el fin del uso de esta arma. Dos divisiones americanas, las legendarias 42 y 101 debían asegurar los cruces del Waal y el Dammel. Para la Primera Aerotransportada británica y la Brigada Polaca quedaba lo más difícil, arrebatar y mantener operativa la puerta de Alemania. Todo acabo en un gran fracaso, aunque los alemanes custodiaban la orilla sur del Rin cuando la batalla terminó.

Siempre pensé que aquella noche de Eindhoven mandamos a la Quinta del Buitre a conquistar un puente demasiado lejano, pero aquella exhibición sin premio nos llevó a las orillas de la Séptima. Se demostró que un Real Madrid sin Di Steffano y su gente, sin Amancio y sus coetáneos, también podía, merecía hacerse con la orejuda. Ayer sentamos los cimientos de la Décima, aunque no la logremos este año, estoy seguro. El Barça es un gran equipo, sería mezquino negarlo, y hasta contraproducente. Son los grandes rivales los que procuran la gloria en la victoria. Es algo que el barcelonismo no entiende. La Séptima representa lo que representa porque además de largamente esperada se logró contra la Juventus de Zidane, esa versión óptima del jugador francés, como tanto les gusta argumentar a algunos culés para minimizar los logros del marsellés llevando la zamarra blanca. Perdonarme la disgresiones, esta también, pero cuanto me recuerda Benzemá al frances. La potencia traducida en elegancia, esas piernas interminables que a veces parecen ejecutar ballet, sus controles imposibles, la exquisitez del detalle. Incluso su marcada timidez y mesura al demostrar su alegría. No es sangre fría, ni siquiera templada. Es el arte exteriorizado y el pudor al mostrarlo. Su gol ayer, habilitando un puente aéreo para sobrevolar Puyol, son alardes logísticos que hasta ahora pensaba que solo estaban al alcance de su compatriota.

Salió el Madrid a morder. Tiburón blanco, corazón pleno. Desde el minuto uno. El Barcelona se veía desbordado. Pocas veces he visto correr tanto a un equipo. No digamos ya de megaestrellas consagradas. Esta semana se les ha herido en el orgullo. En realidad se les había puesto en la tesitura de que no había ya nada que perder, siquiera la dignidad, que la prensa les había arrancado a base de portadas, debates sesgados, columnas falaces (quintacolumnistas hay muchos detrás de la trinchera que defiende el Madrid) y declaraciones altisonantes. El trasatlántico escoraba a babor, y como único contrapeso tenía la labor arbitral, nefasta, a veces rozando el cinismo, como al trocar la roja a Lass por una increíble amarilla a Iker para descargar la conciencia por dos penaltis no pitados en el área azulgrana. Los vimos a cámara lenta. Cierto que el árbitro no. Y eso podría ser un argumento creíble para iniciar un debate, no lo que se ha dicho en muchos medios periodísticos de que el árbitro se equivocó para ambos bandos por igual. Por que es que hubo más: un tercer penalti cuando el Madrid arreciaba como una tormenta de verano, que hubiera acarreado la expulsión de Puyol. Y una expulsión de un jugador del Madrid, injusta, para tratar de picar al toro y restarle el empuje que amenazaba con llevarse por delante la que se preveía una tarde torera del Barcelona. El dicho "seis toros seis", tan taurino, lo han trocado en Barcelona desde que han prohibido las corridas en Cataluña por "una manita, para no perder la costumbre". Eso es lo que esperaba todo el mundo. Ese ha sido el chasco para muchos, el resurgir del orgullo madridista. Nos han llevado a un rincón pensando que estábamos acabados, que Mou estaba amortizado, y pienso que la contra va a ser demoledora. The Impire Strikes Again. "Y va a seguir, y va a seguir, la dictadura del Madrid", como cantaba Raúl en las celebraciones de los trofeos con mesa y mantel de por medio, cuando llegaba la hora de los postres y los brindis.

Ayer un Özil, que incluso supero la cota de nivel del año pasado, crecido y desbordado por la orilla de la defensa madrista, un Kaka por primera vez sólido, un Granero ejerciendo, sin esconderse, propiciaron el primer cambio de ritmo del equipo. Y estamos todavía en enero, en la contrameta, en el inicio de la última vuelta que puede reportarnos una marca de récord. Porque aun nos queda recuperar a Di Maria, reverdecer a Xabi, conseguir la mejor versión de Marcelo, integrar a Sahin en el esquema. El margen de mejora es inmenso, siendo inmensos los logros. CR7 desde poco antes de la defensa que realizará de él Mou en una rueda de prensa, se ha convertido en un jugador total, que lo mismo seca el avance de un Messi en galopada en el interior del área que marca goles o reparte juego. Atroz su hambre y atroz su calidad y su peso en los encuentros, incluso en sus partidos malos. Pepe jugó ayer con el garrote vil girado al límite y amenazando con partirle la nuca. Mayor presión mediática sobre una persona parece inconcebible. Asesino ha sido un calificativo con certificado que ha circulado incluso por ámbitos periodísticos. David González, uno de los presentadores de Radio Marca lo ha gritado impunemente hasta quedarse afónico. Ojalá este fuera un mundo tan frívolo como el de la prensa rosa y las demandas judiciales estuviesen a la orden del día.

¿Qué queda después de lo de ayer? El orgullo. ¿Es suficiente con eso? A mi entender no. Pero es que hay algo más. Algo incluso que va más allá de la esperanza. Hay una certeza de que este equipo es grande, que está llamado a hacer grandes cosas, incluso con un rival que todos claman que es el mejor equipo de todos los tiempos en el escenario. Un equipo que siempre que escora es apuntalado por los árbitros. Pero me quedo con esa certeza que menciono. No, el Madrid ya no depende de un día inspirado de CR7, que empieza a prodigarlos en los clásicos y en los partidos grandes, son muchas sus referencias. La de Mou una más. Sus cambios rara vez no tienen repercusiones en los encuentros. No soy experto y no puedo evaluar su labor. Pero ciertas cantinelas que se tratan de vender como verdades incuestionables para desprestigiar al portugués hace tiempo que han quedado en evidencia. La vida siempre te da una revancha, la habrá seguro. Ahora cuento con algo que no tenía hace dos días: Una certeza. Ayer enviamos al Real Madrid a conquistar un puente demasiado lejano, pero hemos amanecido en la orilla sur de La Liga, y puede que de la Décima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario