lunes, 6 de diciembre de 2010

Cine y TV (15) / House - Terapia de masaje

House – Temporada 6 – Episodio 04 – Terapia de masaje

La defensa de la identidad, el miedo a hollar el territorio del otro. Reconozco que hace tiempo que son los casos médicos a resolver lo que menos me interesa de la serie. Solo si revelan algo de los personajes o permiten adentrarnos en el universo enfermizo de House.

¿Es un momento de satisfacción plena de House lo que vemos nada más acabar los títulos de crédito? Diría que si. Primer plano de sus ojos, que se abren, con alguna pizca de sorpresa en ellos. La cámara retrocede y comprendemos que acaba de despertarse. Está en la cama, en el lecho compartido, pero que ahora solo ocupa él. Sonríe, extiende el brazo y recorre con él el lado vacío. Luego lo invade con todo su cuerpo, tal vez para gozar del aroma de Cuddy que le retorne a la madrugada recién vivida, para refugiarse en su rastro, o quizás para darnos una metáfora de sexo en una serie que no permite ensañarle de forma explícita. Ese momento de felicidad en el tacto de las cosas es propio de un hombre enamorado. ¿También lo es en alguien como House? Hasta ahora hubiéramos dicho que no.

En cierto modo en este capítulo volvemos a las andadas, al tiempo de los juegos. Dos serán los que practique de forma simultánea durante el episodio: un pulso con la novia y otro con su equipo de trabajo. Hay chica nueva en el grupo. Se llama Kelly. “Estás muy buena. Te lo digo en serio”, es lo que dice House nada más verla cara a cara, mientras la recorre con los ojos de arriba abajo y no atiende a la mano tendida que su nueva empleada le ofrece como saludo formal. La tarea de reclutarla ha recaído en Chase, y nada más ser presentada se convierte en el terreno elegido por House para sus juegos. Con tantas curvas se diría más apropiada para el skating que para una de sus partidas de ajedrez. La sonrisa maliciosa que ha aflorado a su rostro es prima hermana de la que le hemos visto nada más comenzar el episodio. Satisfacción en un grado de concentración muy puro. Está jugando por diversión. El juego es casi tan placentero como el sexo. Su movimiento de apertura: Chase anda falto de amor y sobrado de sexo. “Se que pensareis que se parece a Cameron y que la ha contratado para tirársela”. Solo Thau secunda la teoría. Evidentemente Chase la niega y a Foreman le toca esta vez el papel de personaje indiferente. La chica se ve superada por la escena. Es hermosa, sexy y candorosa. No se si le falta algún requisito para despertar la bestia que habita en todos los hombres. “Pues es un craso error. Se que últimamente liga más que George Clooney. Pero a estas alturas el único agujero que quiere llenar es el de su alma. Es la conexión emocional con Cameron lo que echa de menos”.

La partida simultánea la mantiene con Cuddy. Esta no es por diversión, es más bien una lucha territorial. Su espacio vital, el de ella y quien de los dos es el que va a estar dispuesto a ceder terreno para lograr una posición de ventaja para la pareja. La casilla del tablero sobre la que se carga el peso de la partida es la masajista de House, que, aunque parece ser la única que alivia el dolor de su pierna, a lo que se aplica de forma profesional y aséptica, no está exenta de compartir un pasado con él, digamos que inconveniente para evitar entrar en detalles. Su presentación es gloriosa. Ha vuelto a haber actividad sexual entre los novios. Ella se tiene que marchar al hospital, el se queda tumbado sobre la cama jugando a un videojuego. Cuando Cuddy abre la puerta de la casa encuentra a la masajista en el umbral, falta de ropa y de años y sobrada de desparpajo: entra y directamente se va hacia el dormitorio donde aguarda el cliente en la cama.

El segundo movimiento en la primera partida es un intento de ridiculizar la capacidad profesional de Kelly, que se convierte en un logro pleno. House somete a la voluptuosa doctora a un examen, esta vez de sus conocimientos, sentados el uno frente al otro y sentimos lástima por ella. Pena y lujuria, por que nada hay más atractivo que un pajarillo hermoso caído sobre la acera. Hay caras de bochorno en sus compañeros, pero House no deja de golpear un solo momento. Tras el asalto devenido en masacre, en un aparte, mientras bajan en el ascensor a visitar a la paciente, Foreman recrimina a Chase el procedimiento de selección seguido, basado según él en el hambre de sexo y no en los méritos y cualidades de la doctora. Dejamos esta partida en suspenso con un Jaque a la Reina candorosa.

En la réplica de Cuddy ya hay una clara declaración de intenciones. Piensa que la masajista tiene aspecto de ser… no encuentra el término adecuado… “Un poco puta”. Ay, Dios mío, el laberinto de los celos. House asiente y celebra que así sea, por el bien de Brandy, que así se llama, ya que ese es su trabajo. Cuddy quiere saber si se ha acostado con ella antes de ellos fueran pareja. La réplica de él está en la línea del mejor House, aquel que en sus mejores tiempos rehusaba toda calidez humana en el trato de sus semejantes: “Fue un tema de masaje, más un final feliz. Ahora es un final triste”, a lo que añade socarrón: “Por tu culpa”. El se defiende alegando que es la mejor de cuantos han tratado su pierna. Ella abandona el sendero de la lógica por el que House trata de conducirla y plantea un ultimátum: “No te veré hasta que dejes de verla”. En esta partida también se amenaza a la pieza más decisiva de las blancas: se ha cantado un Jaque a la reina… puta.

En ambos tableros el bando que lleva las de perder se decide por el contraataque. Chase averigua que la razón que parecía justificar la contratación de Kelly solo ha sido un autoengaño, ha sobrevalorado un dato de su curriculum, y por ese motivo decide involucrarse activamente en la defensa de su protegida. Tratará de hacer pasar ideas suyas como ideas de la doctora. El momento del despliegue táctico va precedido de otro bochornoso momento para la doctora de la minifalda. En una sesión de diapositivas, House da razonables argumentos y ejemplos gráficos para demostrar que Chase ha seleccionado a Kelly por que le recuerda a su madre. Querer acostarse con semejante mujer y darle trabajo para acercarse a tan deseable desenlace, quizás sea propio de un pervertido o de alguien con una moral relajada, pero querer hacerlo con su progenitora por persona interpuesta se sale claramente de la escala. Mientras la teoría germina en todas la mentes del grupo, diríamos que incluso en la de Chase, que más que protestar trata de mantenerse a flote tras la andanada, el engaño médico tarda poco en descubrirse. Rey y reina de las piezas contrincantes están en serio apuro en este tablero.

Wilson le reconoce a House que tiene razón pero le aconseja que ceda, que le haga concesiones a Cuddy, un regalo incluso para aplacar su enfado. Vamos con eso. Felipe (vaya por Dios, ¿qué no podía haber sido otro el nombre para el latino?) irrumpe en el despacho de Cuddy con su equipamiento de masajista. Llueve sobre los cristales de la ventana que hay tras la doctora. No es relevante para el desarrollo de la escena, quizás, pero creo que hace bonito y por eso lo menciono. El masajista chicano trae un discurso de parte de House: 1) Está arrepentido por su equivocación y quiere compensarla con este regalo; 2) No, la excusa que improvisa ella para no aceptarlo no procede, por que ha anulado la cita que tiene concertada para dentro de unos minutos; 3) No, bonita, no debes volver a concertarla por que “[…] el doctor Katz es un gilipollón que en un esfuerzo por tener contacto con hembra humana cursa todos los meses la misma queja sobre el aparcamiento”; 4) Los dedos de Felipe son mortales (los de todos los que nos llamamos así en realidad). Ya en pleno masaje Cuddy averigua que mi tocayo es cofrade de la reina puta. Suspende la sesión terapéutica que tanto estaba disfrutando, muy a su pesar, por que no quiere aceptar aun la derrota en la partida.

En la siguiente escena vemos a Kelly fumando junto a la puerta de ambulancias del hospital. Sabemos, por que somos veteranos en series de médicos, “Urgencias” nos abrió los ojos hace mucho tiempo, que cuando un personaje se apura un cigarrito fuera es que está en un momento valle de su estado anímico. Más si está lloviendo (sabía que era relevante además de un detalle bonito). Más aun si no fuma, como le confiesa a Chase cuando aparece para consolarla. Y tiene éxito. Le convence de que a pesar de jugar en desventaja por no ser tan lista como el resto del equipo, buena parte del éxito en su trabajo se basa en “calar a la gente” y no en balde ella es psiquiatra.

Cuddy entra en el despacho de House, taconeando de forma amenazadora al andar: “¿Eres idiota? ¿Un masaje de un chapero?”. House tiene una expresión jocosa en la cara que parece decirnos que ha previsto este movimiento: “¿Un chapero? Vaya. Pues no me importa”. Ahora la partida se acelera por que a ambos jugadores se les agota el tiempo para lograr un entendimiento: “Un chapero gay”, protesta Cuddy. “Sabes lo que cuesta encontrar uno que no lo sea. Además, es solo un masaje”. Con este movimiento tan poco sutil de torre intenta proteger a su dama en peligro. Me refiero a la puta, por si alguien se ha perdido. “Pero yo no me he acostado con él y tu sí, idiota”. Por si alguien las está contando, ya son dos veces las que usa este calificativo con él. “A mi me da igual quien te de el masaje, ¿Por qué no eres capaz de hacer eso conmigo?”. “No me cabe duda de que alguna parte de ti se cree esa idiotez (y van tres), pero no se como aspiras a convencer a alguna parte de mi. No me cabe duda de que tratas de romper nuestra relación”. “¿Por qué iba a hacerlo? Nos va muy bien”. “Por que el paso siguiente a irnos bien es serio y no lo aguantas e intentas alejarme con todas estas cabronadas”. Este último insulto casi vale por dos. “¿Y tu qué?”. “He sido transparente en todo”. En lo que replica House ya solo hay abatimiento, ni una sola gota de la jovialidad exhibida cuando ella entró en el despacho. “No me dejas dormir en tu casa. Apenas me has presentado a tu hija”. “¿Pero quieres estar con ella?”. Atención con lo que contesta House, mucho ojito con esto: “Verás, antes habría dicho que no, pero, sí, como podríamos ser una pareja si sigues ocultándomela”. No hay nada de misericordia en la última réplica de Cuddy, que ya sabemos cual puede ser antes de que la formule. House esta en entredicho como persona, siempre ha sido así, se lo ha ganado a pulso. No es que tenga mucha importancia ya, ahora que se ventilan cosas más importantes, pero está claro que la puta está sentenciada. Justo en el minuto 30 del episodio se repite la escena del principio. House abre los ojos, en el doble sentido de la palabra, acaricia con el dorso de la mano el lado vacío de la cama mientras en su rostro se dibuja una expresión de preocupación.

Ahora siento no haber hablado del caso clínico que se investiga en el capítulo, por que la moraleja que encierra tiene miga. Una enferma de esquizofrenia ingresa en el hospital y trata de ocultar su enfermedad a todos, sobre todo su marido. Todo el metraje es una búsqueda de la explicación de sus síntomas con una tesis alternativa. Al final House descubre el engaño y le  recrimina a Kelly el no haber caído en la cuenta siendo como es residente de psiquiatría. El dilema moral se le plantea al marido es este: ¿es su amor tan fuerte que es capaz de soportar sin romperse la carga de las mentiras de su mujer, el haberle hecho creer que era otra persona pero, sobre todo, la presión que supondrá hacerse cargo de una enferma grave y sin cura? El enfado puede convertirse en una coartada que acalle el eco de la ternura y de la culpa. Siento en ese momento tanta ternura por la enferma como la que he sentido por Kelly cada vez que ha sido humillada. Además por motivos correctos, no se si me explico. El marido se enfrenta House y le interpele para que le ayude a tomar una decisión. El rehúye dársela, aunque le expone el dilema en sus justos términos: su mujer está enferma y necesita su apoyo, pero tiene excusa si quiere para rechazar la responsabilidad; siempre es duro el amor cuando se enfrenta a la verdad que todos queremos mantener oculta bajo la superficie de las apariencias. Pero algo nos dice que va a tomar la decisión correcta. Entra en la habitación de la paciente, que yace llorosa sobre la cama y tras ponerse a su lado acaricia su rostro con la ternura propia de un compañero de viaje. La música suena y me derrumbo un poco. Solo lo justo para sentirme humano. Tal vez House haya oído también la música por que concede a Chase una nueva oportunidad para su protegida, delega en sus manos la decisión de despedirla o no, como ha hecho con el marido de su paciente. Y también le ofrece un marco de referencia: su quehacer ha sido nefasto, pero ha sido quien le ha conducido a la respuesta a pesar de todo. Ofrece tablas.

Llega el desenlace en ambas partidas. House renuncia a Brandy. Cuddy decide arriesgarse y le permite pasar la noche en su casa. Ni siquiera tablas, ganan los dos. También en la otra partida ganan todos. Chase está decidido a darle una nueva oportunidad a Brandy, pero ni siquiera necesita usar esa munición para lucirse ante ella, por que la chica de la minifalda renuncia antes que se la ofrezca. Y ahora que no es su empleada se pone a tiro de una cita. Y cuando digo que se pone a tiro quiero decir que se pone justamente delante de la escopeta. Un final feliz: Un polvo crujiente, una pareja que da pasos hacia delante, un matrimonio que se mantiene en mitad de la tormenta. Con lo identificado que estaba con esta serie. Menos mal que la cara de desagrado de House al mirar a la hija de Cuddy durante la cena en familia me devuelve algo de la angustia que necesito para poder disfrutarla plenamente. Le arrebata su bastón a la niña, que está tratando de morderlo, y mientras lo limpia de babas con desagrado exclama sin que asome por ningún lado la ternura: “Mírala que mona”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario